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Foto del escritorHomo consciens

El neoliberalismo ha sacado lo peor de nosotros




Un sistema económico que premia los rasgos psicopáticos de la personalidad ha cambiado nuestra ética y nuestras personalidades.


Se nos dice que somos más libres que nunca para elegir el curso de nuestras vidas, pero la libertad de elegir fuera de la narrativa del éxito es limitada.


Nosotros tendemos a percibir nuestras identidades como estables y en gran medida separadas de las externas. Pero durante décadas de investigación y práctica terapéutica, me he convencido de que el sistema económico está teniendo un profundo efecto no sólo en nuestros valores sino también en nuestra personalidad. Treinta años de neoliberalismo, las fuerzas del libre mercado y la privatización han pasado factura, ya que la presión implacable para conseguir cosas o lograr el éxito se ha convertido en norma. Si lo leen con escepticismo, les digo lo siguiente: el neoliberalismo meritocrático favorece ciertos rasgos de personalidad y penaliza otros.


Hay ciertas características ideales que se necesitan para construir tu carrera hoy en día. La primera es la articulabilidad o elocuencia para poder convencer o ganar a la mayor cantidad de personas posible. El contacto resultante puede ser superficial, pero como es así en la mayoría de las interacciones humanas de hoy en día, no se notará realmente.


Es muy importante también, ser capaz de hablar de tus propias capacidades lo máximo posible: conoces a mucha gente, tienes muchísima experiencia y acabas de terminar un proyecto importantísimo. Más tarde, la gente se dará cuenta de que se trataba en su mayoría de humo, pero el hecho de que al principio fueron engañados se debe a otra ventaja de tu personalidad: se puede mentir de forma convincente y sentir poca culpa. Por eso nunca te haces responsable de tu propio comportamiento.


Además de todo esto, usted es flexible e impulsivo, siempre en busca de nuevos estímulos y desafíos. En la práctica, esto conduce a un comportamiento arriesgado, pero no importa, no serás tú quien tenga que recoger los vidrios rotos. ¿De donde saqué estos rasgos humanos? De la lista de chequeo de psicopatía de Robert Hare, el especialista más conocido en psicopatía en la actualidad.


Esta descripción es, por supuesto, una caricatura llevada al extremo. Sin embargo, la crisis financiera ilustró a nivel macro-social (por ejemplo, en los conflictos entre los países de la zona euro) lo que una meritocracia neoliberal hace a las personas. La solidaridad se convierte en un lujo y da paso a alianzas temporales, cuya principal preocupación siempre es obtener más beneficios de la situación que la competencia. Los vínculos sociales con los compañeros se debilitan, al igual que el compromiso emocional con la empresa u organización.


El bullying solía estar confinado a las escuelas; ahora es una característica común del lugar de trabajo. Este es un síntoma típico de los impotentes que ventilan su frustración sobre los débiles - en psicología se conoce como agresión desplazada. Hay una sensación enterrada de miedo, que va desde la ansiedad de desempeño hasta un miedo social mas grande que proviene de la amenaza del otro.


Las evaluaciones constantes en el trabajo provocan una disminución de la autonomía y una creciente dependencia de las normas externas, a menudo cambiantes. El resultado es lo que el sociólogo Richard Sennett ha descrito acertadamente como la "infantilización de los trabajadores". Los adultos muestran temperamentos infantiles y están celosos de trivialidades ("Ella tiene una nueva silla de oficina y yo no"), dicen mentiras, recurren al engaño, se deleitan en la caída de otros y aprecian las pequeñas venganzas. Esta es la consecuencia de un sistema que impide que las personas piensen de forma independiente y que no trata a los empleados como adultos.


Pero lo más importante es el grave daño a la autoestima de las personas. La autoestima depende en gran medida del reconocimiento que recibimos del otro, como lo han demostrado pensadores de Hegel a Lacan. Sennett llega a una conclusión similar cuando ve la pregunta principal para los empleados en estos días: "¿Quién me necesita?". Para un grupo creciente de personas, la respuesta es: nadie.


Nuestra sociedad proclama constantemente que cualquiera puede lograrlo si se esfuerza lo suficiente, al tiempo que refuerza los privilegios y ejerce una presión cada vez mayor sobre sus sobrecargados y exhaustos ciudadanos. Cada vez más personas fracasan, se sienten humilladas, culpables y avergonzadas. Se nos dice todo el tiempo que somos más libres que nunca para elegir el curso de nuestras vidas, pero la libertad de elegir fuera de la narrativa del éxito es limitada. Además, los que fracasan son considerados perdedores o débiles, que se aprovechan de nuestro sistema de seguridad social.


Una meritocracia neoliberal nos hace creer que el éxito depende del esfuerzo y los talentos individuales, lo que significa que la responsabilidad recae enteramente en el individuo y que las autoridades deben dar a la gente la mayor libertad posible para alcanzar este objetivo. Para aquellos que creen en el cuento de hadas de la libre elección, el autogobierno y la autogestión son los mensajes políticos preeminentes, especialmente si parecen prometer libertad. Junto con la idea del individuo perfectible, la libertad que creemos que tenemos nosotros mismos es la mayor falsedad de hoy en día.


El sociólogo Zygmunt Bauman resumió claramente la paradoja de nuestra época como: "Nunca hemos sido tan libres. Nunca nos hemos sentido tan impotentes". En efecto, somos más libres que antes, en el sentido de que podemos criticar la religión, aprovechar la nueva actitud de laissez-faire con respecto al sexo y apoyar a cualquier movimiento político que nos guste. Podemos hacer todas estas cosas porque ya no tienen ningún significado - la libertad de este tipo es provocada por la indiferencia. Sin embargo, por otro lado, nuestra vida cotidiana se ha convertido en una batalla constante contra una burocracia que debilitaría a Kafka. Hay regulaciones sobre todo, desde el contenido de sal del pan hasta el mantenimiento de aves urbanas.


Nuestra supuesta libertad está ligada a una condición central: debemos tener éxito, es decir, "hacer" algo de nosotros mismos. No es necesario que busque ejemplos muy lejos. Una persona altamente capacitada que antepone la crianza de los hijos a su carrera es objeto de críticas. Una persona con un buen trabajo que rechaza un ascenso para invertir más tiempo en otras cosas, es visto como una locura - a menos que esas otras cosas aseguren el éxito. Los padres de una joven que quiere ser maestra de primaria le dicen que debería empezar por obtener una maestría en economía, una maestra de primaria, ¿en qué puede estar pensando?


Hay constantes lamentos por la llamada pérdida de normas y valores en nuestra cultura. Sin embargo, nuestras normas y valores constituyen una parte integral y esencial de nuestra identidad. Así que no se pueden perder, sólo cambiar. Y eso es precisamente lo que ha sucedido: una economía cambiada refleja una ética cambiada y produce un cambio de identidad. El sistema económico actual está sacando lo peor de nosotros.



Traducido por Marco Ratto, voluntario.

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