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Greta: El fin de la sociedad del espectaculo?



Que una chica de 16 años, con síndrome de asperger, se haya convertido en la lider mundial del desafío más grande que ha tenido la humanidad nos tiene que hacer reflexionar, ¿que está pasando en el mundo?.


Por Carolina Flynn


Vivimos en una sociedad compleja, hipersofisticada en muchos aspectos, que ha conseguido proezas técnicas impensables. Tenemos físicos, químicos, ingenieros, médicos ganadores del Premio Nóbel, intelectuales, filósofos, emprendedores que envían autos al espacio, artistas famosos, billonarios que tienen tanto poder y riqueza como la sumatoria de muchos países.


Y sin embargo, frente al mayor peligro al que nos enfrentamos como especie, el cambio climático y el colapso ecológico, la líder, la portavoz, la movilizadora tras la cual el mundo se encolumnó es una jóven de 16 años y con síndrome de asperger.


¿Qué nos dice eso del momento en el que estamos viviendo? ¿qué podemos decodificar frente a esta rareza? ¿que vemos en Greta? ¿por que fue posible encolumnarse tras Greta y no, por ejemplo, tras el padre de la ciencia climática James Hansen o el ex presidente de los Estados Unidos Al Gore? ¿o tras los miles de ambientalistas que la precedieron?


Un texto clásico para analizar los liderazgos y el comportamiento de los grupos humanos es "La cultura de las masas y el análisis del yo" de Freud. A grandes, grandes rasgos Freud entiende que caemos bajo el hechizo de los líderes porque en el fondo siempre seremos niños esperando el comando paterno para sentirnos seguros. Siempre estaremos dispuestos a depositar nuestra libertad en alguien "mayor" que represente la figura paterna, y así, dejar a un lado las numerosas inseguridades y temores que nos acechan al saber que estamos solos en un mundo difícil. En síntesis la transferencia (que es eso que hacemos con los líderes) es un problema de coraje.


Como podemos ver, por más acertado que sea el análisis freudiano, no parece estar ajustándose al liderazgo que encarna Greta. Por empezar por más simbólicos que seamos los seres humanos es difícil poner en la figura de la adolescente la figura paterna. Por otro lado, y más importante, Greta no ofrece ilusión, todo lo contrario, no hace más que recalcarnos la frágil situación humana,  la muerte que se avecina si no actuamos, una y otra vez. No hace mas que recordarnos que, para la naturaleza, somos prescindibles, nos obliga a mirar nuestra finitud para sacarnos de nuestro hechizo antropocentrista.


Sí tenemos chances de salvarnos, nos grita desesperadamente, es saliendo de la ilusión. Saliendo de la ilusión de un crecimiento indefinido, de poner lo económico por sobre la supervivencia, de dejar de mirar trivialidades para enfocarnos en lo importante.


Y quizás esto nos permita suponer que estamos saliendo de una época. La época de la ilusión. Vivimos en un gran mundo ilusorio, en un mercado hipnótico, o cómo lo llaman en filosofía en una hiperrealidad, es decir una interpretación descompensada del mundo, creada por nosotros, que se admite como verosímil y que llega a sustituir a la realidad en la que se basó.


Guy Debord, allá por la década del 60, escribió un libro que se llama "La Sociedad del Espectáculo". Un análisis sociológico que parece hecho hoy, donde ya no queda resquicio alguno que no haya sido tomado por la representación. Instagram, Facebook, los reality shows. Debord señalaba que la ocupación de la vida social por la economía conducía a un "deslizamiento generalizado del tener al parecer". El espectador se pierde en el espectáculo, menos vive, menos comprende su propia existencia y su propio deseo.


Si bien es un fenómeno que se viene dando desde hace varias décadas, en los últimos diez años la espectacularización de la vida nos consumió hasta tal punto que se tragó todo. La modernidad, si intentó algo, fue salir de la Biblia cómo unica fuente de conocimiento, y, vía la razón y el método científico, imponer la sacrosantidad de los hechos, la objetividad de la ciencia, la posibilidad de un conocimiento certero. El posmodernismo, proclamando que la verdad es cuestión de perspectiva o contexto más que algo universal, proclamando que es imposible el acceso a la realidad, sino que sólo vemos lo que estamos determinados culturalmente a ver, nos sumió en el espectáculo total. Todo se hizo símbolo, todo se hizo posibilidad, la vida empezó a instagramearse, a fotoshopearse, todo pasó a ser una representación.


En esta representación cayeron, también, los datos científicos otrora "objetivos". Los científicos se cansaron de darnos datos de la evidencia del "cambio climático" pero como diría Latour, los datos no hablan sólos. Los "datos objetivos" fueron tragados por las consultoras de imagen, interesadas en mostrarnos otra realidad, pagadas por los intereses económicos que se benefician con la negación. Y lo lograron. Al final terminamos discutiendo si el cambio climático era real o no, se perdieron años muy valiosos.


Vivimos en un mundo, entonces, donde el triunfo está dado por la imagen, por el marketing, por el coaching del "despierta el gigante dentro de tí", del "si se puede" o del "yes we can", por la manipulación del público a través de la Big Data, por los focus groups. Una gran gran ficción. Es un mundo, entonces, donde en el fondo, no importa la realidad (cualquiera que ella sea), importa la forma en que la representamos, la imágen que damos, el convencimiento con que digamos las cosas para convencer a los demás. Parecer es tener.


A nivel social (dejaremos las implicancias para el ser humano para otra entrada) dejaron de ser importantes la pobreza, la injusticia, el colapso ecológico y climático porque se creyó que se podía continuar mientras supiéramos "manipular", accionar la química cerebral correspondiente, seguir los lineamientos de la Programación Neurolinguística -PNL-, o del coachings, tener un buen relacionista público o de marketing que arreglara la imagen. Y así la política, el sistema se convirtió en un espectáculo de venta de ilusiones.


Pero, la mayor ilusión de todas fue el rompimiento mental del concepto de territorio, el territorio real que habitamos con el que necesitamos para sobrevivir. Entonces llegamos a la situación que algunos países necesitan hoy 4 ó 5 Tierras para su subsistencia.


 

El problema humano fundamental radica en su dualidad: es un animal a la vez simbólico (lo que le da innumerables posiblidades) y corporal (lo que lo ata al mundo de la necesidad, al mundo natural). Ernest Becker define la esquizofrenia, es decir el grupo de enfermedades mentales que se caracterizan por alteraciones de la personalidad, alucinaciones y pérdida del contacto con la realidad como "un exceso de posibilidad". Es "el intento de la persona de sobrevalorar al self simbólico" identificarse sólo con la mente. Refleja el intento de exagerar una mitad de la dualidad humana a expensas de la otra, En este sentido lo que llamamos esquizofrenia es un intento del self simbólico (la mente) de negar las limitaciones del cuerpo finito"


Vivimos socialmente en un estado de esquizofrenia. Negando las limitaciones que nos impone el mundo natural, negando con los discursos y en los hechos las imágenes mas elocuentes de la realidad: el hambre, la injusticia, la desigualdad espantosa, la vanalidad abyecta, negando el colapso planetario, negando la alienación mental en la que estamos sumidos, pensando que la relatividad cultural, que la forma en que presentemos los hechos tienen la facultad de cambiar la realidad, en cierta forma es una regresión a la magia.


Tuvo que venir Greta, con 16 años, con síndrome de Asperger, a sacarnos de esta ilusión y a empezarnos a mostrar que nos encaminamos al precipicio. ¿Porque Greta? mi intuición es que su condición la hace, por suerte, habitar un mundo más literal, más de hechos, de menos símbolo, de menos ilusiones, que nosotros, los neurópatas. Y también sospecho que cómo neurópatas, adictos al ego, al espectáculo y a la competencia ya no nos fiamos más de nosotros mismos, sospechamos agendas, egocentrismos, posturas. Sospechamos de nuestra necesidad de participar del espectáculo, de buscar la luz de las cámaras y de los likes de las redes sociales. Greta con su síndrome trasluce algo de sinceridad, de real preocupación que va más allá de cualquier sospecha de buscar prensa.


Obviamente no hubiera podido surgir si no había ya, un grupo de gente con necesidad de ser representada, porque como dice Becker, la transferencia, eso que vemos y eso nuestro que ponemos en la persona a la que convertimos en líder, está conectado con las base de nuestra vida organísmica: necesitamos insuflar a nuestras vidas de sentido, de algo valioso, un foco donde nuestras vidas puedan extraer el poder que necesitamos y queremos. Intuitivamente lo pusimos en Greta.


Byung Chul Han tiene un texto en el libro "En el Enjambre" que analiza la fotografía digital. Dice Byung que esta fotografía ya no representa la realidad, sino una hiperrealidad. Una realidada falseada, donde, en sus palabras "desaparece toda negatividad" . Fotos sin arrugas, sin sombras, sin imperfecciones, filtradas, fotoshopeadas. Fotos que presentan (no representan) una realidad ideal, el ideal del sistema actual, ideal positivo: el sueño americano, el progreso ilimitado, el crecimiento infinito, la felicidad. Todo sin su contraparte. Sólo Yang.


  • "La crisis de la representación fotográfica tiene su correspondencia en lo político. En Psicología de las masas Gustave Le Bonn observa que los representantes en el parlamento son peones de la masa de trabajadores. (...) Hoy, la relación de representación está perturbada en todos los ámbitos, lo mismo que en la fotografía. El sistema económico-político se ha hecho autorreferencial. Ya no representa a los ciudadanos o al público. Los representantes políticos ya no se perciben como peones del "pueblo" sino como peones del sistema que se ha hecho autorreferencial" Y concluye "La crisis de la política solo podría superarse por el acoplamiento a los referentes reales, a los hombres".


Otra vez la llamada a lo real, a dejar lo puramente imaginario, lo puramente simbólico y anclarlo en el aquí y ahora.


Aparece Greta de repente, frágil, inocente, dispuesta a todo para sacarnos de nuestra esquizofrenia social, para sacarnos de la ilusión que podemos vivir sin prestar atención a nuestro cuerpo natural, para recordarnos que somos finitos, que somos prescindibles, que vamos camino a la muerte que tanto nos empeñamos en negar.


La pregunta es, ¿es el comienzo de algo nuevo?, ¿el comienzo de un acercamiento a lo que impone la realidad del cuerpo y el planeta? ¿o seguiremos en el mundo del parecer, de la representación, de las posibilidades: el mundo de la mente y el ego completamente desconectados con las imposiciones físicas? y la pregunta crucial: ¿llegaremos a tiempo?


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