Fuente: The Conversation - 12 de marzo de 2018
Autor: Éric Bapteste - Director de Investigación del CNRS, Universidad de la Sorbona
Publicamos aquí el preámbulo del último libro de Éric Bapteste: "Tous entrelacés" (Ediciones Belin).
Nuestro mundo no siempre ha sido como es. Aunque pensemos que actualmente reinamos en el planeta, muchas otras especies lo han ocupado sucesivamente y han dejado su huella en la historia de la Tierra. Antes que nosotros, muchos otros mamíferos ya pisaban el suelo, visitaban los mares... Y antes que ellos, poblaciones ya extinguidas de dinosaurios recorrían las montañas, cruzaban el aire y los bosques. Y mucho antes de todos estos animales, las bacterias crecían y se multiplicaban a un ritmo infernal, poblando los más pequeños intersticios rocosos y marinos, transformando de arriba abajo los recovecos y la atmósfera de nuestro singular planeta azul. Por no hablar de que, mucho antes de estos diminutos seres vivos, las moléculas pululaban por todo el planeta, chocando unas con otras, compitiendo mecánicamente por el espacio y las fuentes de energía. En una palabra, nuestro mundo ha cambiado constantemente. Cada etapa de la historia de la Tierra y de la vida ha tenido sus héroes, guerras, muertes, éxitos, revoluciones e innovaciones. Probablemente nada de esto le sorprenda.
Pero, ¿está seguro de saber quién es el verdadero responsable de estos acontecimientos, las verdaderas causas de estas incesantes transformaciones? Permítame sugerir que la respuesta a esta pregunta puede ser más compleja de lo que usted supone. A menos que ya conozca uno de los modos de acción más extendidos en el mundo biológico desde la noche de los tiempos: ¡lo colectivo! A menos que ya esté familiarizado con los cómplices de la evolución...
Los evolucionistas se han esforzado por reconstruir las circunstancias en las que se transformaron nuestro planeta y sus poblaciones. Han buscado los actores, procesos y acontecimientos cruciales de la historia de la vida, y han empezado a dibujar el telón de fondo, a establecer el escenario geológico y biológico del que acabó surgiendo nuestra propia especie. Por ello, la investigación sobre nuestros orígenes sigue avanzando. La idea de que la investigación es una especie de pesquisa policial no es ni mucho menos absurda. Los angloparlantes hablan de pesquisas científicas para describir el proceso científico. (...). Lo mismo ocurre en el caso particular de la investigación evolutiva, aunque, no sin ironía, la teoría clásica de la evolución propone en realidad una historia de la vida puntuada por crímenes. En efecto, la acción de la selección natural consiste en eliminar. Atrás quedan los genes y organismos menos eficientes de una población en un contexto determinado. En este sentido, los linajes biológicos contemporáneos no son sólo supervivientes, sino también descendientes de formas de vida que han sido capaces de suplantar a otras mediante innovaciones que han resultado ser armas letales.
En este sentido, los avances en los estudios de biología evolutiva revelan un planeta en el que correteaban diversos protagonistas: criminales, cómplices o simples espectadores. Su modus operandi y las principales escenas de la evolución parecen estar cada vez mejor caracterizadas. Los esbozos más esclarecedores de las reconstituciones científicas apuntan finalmente a un gran árbol, el árbol de la vida, que agrupa las familias de todos los organismos que han ocupado el planeta. Es a lo largo de este árbol donde se encontrarían las pistas decisivas para comprender la aparición de nuestro notable linaje, el de las plantas y el de los animales.
Como el caso se remonta a mucho tiempo atrás, era necesario comparar el Homo sapiens y otras familias de organismos en todos sus aspectos, moléculas, órganos y poblaciones, para determinar qué elementos ancestrales conformaron, por etapas, las características en el origen de lo "propio del hombre". ¿Qué linajes estaban presentes durante los períodos críticos? ¿Cuándo se produjeron los cambios clave? ¿Hubo muchas pérdidas, muchas especies extinguidas, durante este proceso? Y en última instancia, ¿cómo se desarrolló nuestro destino de lucha en lucha, o de tirada de dados en tirada de dados?
Se podría pensar que responder a estas preguntas es cada vez más fácil, porque los métodos de que disponen los científicos parecen ser cada vez mejores. A grandes rasgos, se trata de identificar familias de organismos y, a continuación, encontrar la que está más estrechamente relacionada con la nuestra para establecer lo que ésta y nosotros compartimos. Pero para rastrear completamente las innovaciones biológicas que condujeron a nuestra especie por divergencia de un ancestro común, también tenemos que descubrir el pariente más cercano de nuestro linaje hermano, y el pariente más cercano de ese linaje adicional aún más alejado de nosotros, y así sucesivamente. En otras palabras, tenemos que revelar las relaciones entre un gran número de linajes, cada uno de los cuales ha tenido éxito en el curso de la historia. Porque si faltara el más mínimo eslabón en este largo camino, no estaríamos aquí para mirar atrás.
En principio, definir el orden de aparición de las ramas del árbol de la vida a partir de su única raíz nos permitirá esbozar el retrato de cada ancestro intermedio entre la primera célula y nosotros. Gracias a este árbol, podemos ver cómo han cambiado gradualmente los sucesivos antepasados y deducir el orden y la naturaleza de las contribuciones de nuestros predecesores a nuestra historia. El camino para desentrañar el enigma de nuestra evolución es, pues, conocido y parece probado. Los actores principales son los linajes individuales; y un proceso evolutivo esencial que actúa a lo largo de las generaciones: la divergencia progresiva de las formas ancestrales de estos linajes, fomentada por las luchas dentro de estas familias y entre ellas. ¿Es ahora sólo cuestión de tiempo, de un poco de paciencia, para que los evolucionistas, reuniendo de una vez por todas el gran árbol de la vida, este testimonio de abundantes conflictos pasados, resuelvan finalmente este desconcertante misterio: "¿De dónde venimos?
En mi opinión, la respuesta es no. Desgraciadamente, este método de reconstrucción me parece insuficiente para reconstruir el escenario correcto del crimen y la naturaleza de los acontecimientos fundamentales de la historia biológica. Esta concepción no tiene suficientemente en cuenta a los principales protagonistas de la evolución y sus funciones. Indudablemente, los seres vivos son el resultado de una larga historia, una mezcla de estasis y transformación. Pero esta historia no es sólo la de la divergencia y la de la sustitución perpetua de las formas de vida anteriores por sucesores más felices.
Sobre todo, se caracteriza por la multiplicidad de causas, las relaciones entre muchos actores, las series de escalas evolutivas cortas entre linajes. En una palabra, es una historia de colectivos, una historia de interacciones. Por lo tanto, las claves para la investigación de nuestros orígenes no se encuentran probablemente en la reconstrucción de un árbol de linajes independientes, sino en otro tipo de marco que ha estructurado la historia de la vida. Por el contrario, los evolucionistas deben tratar de descifrar una gigantesca red de complicidades e interacciones dentro, entre y alrededor de los linajes, en la que intervienen multitud de procesos que han transformado el mundo viviente, a veces a pasos agigantados. Para lograr este resultado, los científicos tienen que tejer una serie de conexiones, como en una historia de detectives. En esta literatura, los investigadores tratan de encontrar las conexiones entre un criminal y su víctima. "¿Quién conoce a quién, quién conoció a quién, quién se relacionó con quién, quién fue cómplice de quién? Las sombras y las dudas desaparecen a medida que un eslabón lleva a otro, hasta que se dibuja una red que une contextos, asesinos y víctimas.
Este es un enfoque que los evolucionistas han comenzado a aplicar. Y al ir de eslabón en eslabón, han descubierto una solución a los enigmas del pasado que implica un giro prodigioso. ¡Todo es plural! El Homo sapiens no es realmente el bípedo original que creíamos, acampando triunfalmente en la cima de su rama evolutiva. Su historia, como la de otros organismos, depende de un gran número de grupos. Son grupos, moleculares, celulares, animales, etc., apoyados unos en otros, los que han dado lugar a los procesos responsables de las transformaciones del mundo viviente en la tierra. Todo es, en cierto modo, no una historia, sino un proceso.
En cierto modo, no se trata de una historia de ascenso irresistible de los mejores de su especie, sino de una escala corta.
¿Cómo se llega a esa hipótesis? Cuando se leen artículos científicos, inevitablemente salta a la vista una constante, una característica común de toda la biología. En todas las escalas consideradas en la biología, el mundo viviente es complejo, o más exactamente, organizado y complejo. Esto es lo que este libro comenzará a demostrar. Para ello, nos familiarizaremos con varios aspectos de esta complejidad. Presentaré los hallazgos sobre las moléculas, luego sobre los organismos unicelulares, como las bacterias, y finalmente sobre los organismos multicelulares, como las plantas y los animales. Las notas finales proporcionarán detalles técnicos, destinados exclusivamente al lector más curioso. Pero no será un catálogo variopinto. A medida que vaya leyendo, el libro será más fácil de seguir y su unidad será cada vez más evidente. Se establecerán vínculos. Las nuevas ideas, encontradas en la descripción de las complicidades entre moléculas, se encontrarán efectivamente en las descripciones de las interacciones que implican elementos biológicos más grandes. Todos estos conocimientos aportarán pruebas convergentes, que probablemente reorientarán la investigación de la historia de la vida. Los filósofos de la biología llaman a esto una inversión de perspectiva. Pues al final de estas descripciones biológicas, los colectivos aparecerán como un elemento ineludible y recurrente en el funcionamiento y la evolución de los seres vivos, y esto desde hace miles de millones de años.
A continuación, el libro dará un giro más teórico. Propondrá una respuesta a una pregunta fundamental: ¿cómo puede la teoría evolutiva explicar mejor la complejidad y la diversidad biológica? Las prácticas de disciplinas tan diferentes como la biología molecular, la biología celular, la microbiología y la biología animal, por citar algunas, nos animan a avanzar en la misma dirección. La biología evolutiva ya no podría considerarse una ciencia dedicada a establecer la divergencia de los linajes, sino una ciencia de redes dinámicas, que representa las interacciones entre componentes relacionados o no. Este cambio de perspectiva se justifica por muchas ventajas conceptuales. Ofrece nuevas perspectivas sobre los fenómenos del mundo viviente, fomenta una nueva forma de pensar sobre la evolución y unifica los conocimientos sobre la misma. Al ampliar el alcance de la teoría evolutiva, también permite hacer predicciones originales sobre la historia de la vida. Tales expansiones no son inéditas en la ciencia. Las matemáticas han sufrido un número importante de ellas, siempre que se ha sentido la necesidad de emplear estructuras más generales que las ya existentes. Así, las matemáticas han pasado de los números enteros a los reales, de los números reales a los complejos, de la geometría euclidiana a la geometría riemanniana y a los grupos de Klein, etc.
En biología, los linajes individuales de la teoría clásica de la evolución merecen igualmente dar paso a conjuntos aún más amplios: colectivos, que encarnan, cada uno a su manera, procesos esenciales para pensar en las transformaciones de la vida en la Tierra, en el marco de una teoría ampliada de la evolución.
En este marco, el uso de la red de interacción, inicialmente concebida para arrojar luz sobre el pasado, nos permitirá también plantear preguntas sobre nuestro futuro de una manera diferente. Este modelo nos ayudará a darnos cuenta de cómo nos ha afectado el entrelazamiento de las especies, especialmente con los microbios. Y también nos invitará a pensar en cómo estas conexiones nos afectan todavía hoy, y nos afectarán mañana. Quizá un día el Homo sapiens se convierta en un ciborg microbiológico. Esta ampliación de la teoría de la evolución impulsará así una nueva y no menos consecuente investigación del otro gran enigma sobre la mesa de los científicos: "¿Hacia dónde vamos?" Estas consideraciones, lejos de ser antropocéntricas, permitirán desarrollar una nueva herramienta, el Macroscopio, para reflexionar sobre la evolución de la vida en nuestro planeta bajo una nueva luz.
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