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Acabar con el cambio climático requiere el fin del capitalismo. ¿Tenemos estómago para eso?




Ajustes políticos graduales no acabarán con el cambio climático, tenemos que hacer un replanteamiento total de nuestra relación con la propiedad, el trabajo y el capital.


Fuente: The Guardian - Phil McDuff - Marzo 2019


El activismo sobre el cambio climático está cada vez más en manos de los jóvenes, como Greta Thunberg, de 16 años, la cara de la huelga escolar que ha visto a muchos miles de niños abandonar la escuela para exigir que la generación de sus padres asuma la responsabilidad de dejarles un planeta en el que vivir. En comparación, el establishment político existente parece cada vez más un impedimento para el cambio. Las consecuencias del calentamiento global han pasado de lo meramente teórico y predicho a una realidad observable en los últimos años, pero esto no ha ido acompañado de un aumento de la urgencia. La necesidad de mantener las ruedas del capitalismo bien engrasadas tiene prioridad incluso en un contexto de incendios, inundaciones y huracanes.


Los niños de hoy, a medida que sean más conscientes políticamente, serán mucho más radicales que sus padres, simplemente porque no tendrán otra opción. Este radicalismo emergente ya está tomando a la gente por sorpresa. El Green New Deal (GND), un término que actualmente se asocia en su mayoría con la representante estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez, de 29 años de edad, ha provocado una reacción salvajemente desquiciada del ala "pro libre mercado", que argumenta que se trata de un caballo de Troya, nada más que un intento de imponer al marxismo con la excusa de la legislación climática.


La crítica es ridícula. En parte porque el Green New Deal está lejos de ser verdaderamente radical y ya representa una solución de compromiso, pero principalmente porque la economía radical no es una cláusula oculta, sino una característica principal. El cambio climático es el resultado de nuestro actual sistema económico e industrial. Las propuestas al estilo del Green New Deal combinan cambios radicales en la política ambiental con reformas socialistas más amplias, porque el nivel de cambios requeridos para mantenernos a una temperatura por debajo de lo "absolutamente catastrófico" es fundamentalmente, incompatible con el status quo.


Ahora mismo podemos, con una inversión masiva hasta 2030, mantener el nivel de calentamiento por debajo de 1,5C. Este escenario, es un territorio que podemos calificar como "malo, pero, al menos, es manejable". Si no se hace ese esfuerzo, el mundo atraviesa barreras de temperatura más severas que llevarían a resultados como el colapso de los ecosistemas, la acidificación de los océanos, la desertificación masiva y las ciudades costeras que se inundarían en inhabitabilidad.


Simplemente no nos queda otra que hacer todo lo posible, no guardarnos nada. Los ajustes en la política, como un impuesto al carbono, no lo lograrán. Necesitamos reevaluar nuestra relación con la propiedad, el trabajo y el capital. El impacto de una reconfiguración dramática de la economía industrial requiere cambios igualmente grandes en el estado de bienestar. Los ingresos básicos, los programas de obras públicas a gran escala, todo tiene que estar sobre la mesa para asegurar que las crisis del sistema que se avecina no deje a grandes sectores de la población mundial hambrientos e indigentes. Tal vez, aún más importante, no podemos seguir tratando al sistema de bienestar como una herramienta para disciplinar a las supuestamente ociosas clases bajas. Nuestro sistema debe reformarse con una visión más humana que la que tenemos ahora, de la falta de trabajo, la pobreza y la migración.


Por desgracia para nuestros hijos, la gente a la que tienen que convencer de todo esto, es a la que le ha ido muy bien con este sistema y a la que se ha incentivado poderosamente para que niegue que todo esto es tan grave. Joke Schauvliege, ministra belga de Medio Ambiente, ya se ha visto obligada a dimitir tras afirmar, falsamente, que los servicios de seguridad del Estado belga le habían dicho que detrás de las huelgas estudiantiles contra el cambio climático en Bélgica había gente manipulándolos.


Esta conspiración de la élite, estas afirmaciones de que no es posible que exista un verdadero movimiento de masas y que de alguna manera debe estar guiado por agentes provocadores, es sólo una de los métodos que aquellos que actualmente tienen el poder han utilizado para manipular y trastocar la realidad, en un intento de mantener el control..


Gaslighting, es un término que no uso a la ligera, porque describe una forma genuina de abuso emocional, donde un abusador negará la realidad en un intento de hacer que su víctima dude literalmente de su propia cordura, y esto no debe ser diluido por el uso excesivo. Sin embargo, me cuesta pensar en otra palabra que resuma adecuadamente la forma en que los adultos "sensatos" están redoblando su táctica de fabricar una realidad política que no tiene relación con el mundo que vemos a nuestro alrededor. Es el marxismo de Groucho más que el de Karl: "¿A quién le vas a creer? ¿A los políticos serios o a tus propios ojos ?"


La reunión de la senadora estadounidense Dianne Feinstein con escolares que le pidieron que tomara cartas en el asunto se volvió viral por la forma en que ella se mostró condescendiente con ellos, básicamente, le pidieron que les dejaran un planeta en el que vivir. "He estado haciendo esto durante 30 años", dijo ella, "Sé lo que estoy haciendo". La respuesta obvia es, por supuesto, arruinar algo durante 30 años, gracias. Ocupar mucho tiempo un cargo, sin resultados, no es lo mismo que la experiencia.


Se trata de un trago duro y amargo para los profesionales de la política cuyos pies están firmemente debajo de la mesa. Es cada vez más obvio que todas sus tácticas no han hecho casi nada excepto correr a toda velocidad, pero aún así insisten en que son los jóvenes los que no los entienden y que las cosas no son tan sencillas. Son la encarnación viviente de la famosa caricatura del New Yorker, de un hombre sentado en un paisaje post-apocalíptico diciendo a su joven audiencia "Sí, el planeta fue destruido". Pero por un hermoso momento creamos mucho valor para los accionistas".


Esta es la realidad frente a los intereses creados de los poderosos. Cualquier política significativa tiene que alterar la base de poder establecida y a los donantes de las campañas políticas. Cualquier política que no moleste a esta gente será inútil. Pretender que podemos encontrar un punto medio mientras esperamos una bala mágica y tecnológica que mantenga las temperaturas bajas, sin que nos cueste nada, está más allá de la ignorancia deliberada. Es una cuestión de moralidad básica.


Muchos de los huelguistas climáticos de hoy ni siquiera tendrán 30 años para cuando se cumpla el plazo de 1.5C en 2030. Nos piden que consideremos una simple pregunta: ¿vale su futuro más que preservar nuestra reputación? ¿Cuál será nuestra respuesta a ellos?


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