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Byung Chul Han propone "regresar al animal original, que no consume ni comunica desaforadamente"



El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, un destacado diseccionador de la sociedad del hiperconsumismo, explica sus críticas al “infierno de lo igual”


Fuente: El País - Febrero de 2018, El cultural


El filósofo Byung-Chul Han (Seúl, 1959), es uno de los más reconocidos diseccionadores de los males que aquejan a la sociedad hiperconsumista y neoliberal tras la caída del muro de Berlín. Libros como La sociedad del cansancio, Psicopolítica o La expulsión de lo distinto (en España, publicados por Herder) compendian su tupido discurso intelectual, que desarrolla siempre en red: todo lo conecta, como hace con sus manos muy abiertas, de dedos largos que se juntan mientras cimbrea una corta coleta en la cabeza.


Autoexplotación. Se ha pasado, en opinión del filósofo, “del deber de hacer una cosa" al “deber poder hacerla”. “Se vive con la angustia de no hacer siempre todo lo que se puede”, y si no se triunfa, es culpa suya. “Ahora uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando; es la pérfida lógica del neoliberalismo que culmina en el síndrome del trabajador quemado”. Y la consecuencia, peor: “Ya no hay contra quien dirigir la revolución, no hay otros de donde provenga la represión”. Es “la alienación de uno mismo”, que en lo físico se traduce en anorexias o en sobreingestas de comida o de productos de consumo u ocio.

La aparente libertad del sujeto para hacer cualquier cosa esconde una trampa. En este periodo histórico la libertad se ha convertido, de maneras diversas, en coacción. Esta crisis de libertad se manifiesta en enfermedades como la depresión o el burn out. Enfermedades como la depresión, el trastorno por déficit de atención (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome de desgaste ocupacional (SDO) derivan de un exceso de “positividad” producido por una sociedad en la que las obligaciones se interiorizan y se convierten en un peso insoportable. El sujeto del siglo XXI se explota a sí mismo. Una sociedad cada vez más positiva que tiende a esconder o mitigar los sentimientos negativos.


‘Big data’.Los macrodatos hacen superfluo el pensamiento porque si todo es numerable, todo es igual... Estamos en pleno dataísmo: el hombre ya no es soberano de sí mismo sino que es resultado de una operación algorítmica que lo domina sin que lo perciba; lo vemos en China con la concesión de visados según los datos que maneja el Estado o en la técnica del reconocimiento facial”. ¿La revolución pasaría por dejar de compartir datos o de estar en las redes sociales? “No podemos negarnos a facilitarlos: una sierra también puede cortar cabezas... Hay que ajustar el sistema: el ebook está hecho para que yo lea, no para que me lea a mí a través de algoritmos... ¿O es que el algoritmo hará ahora al hombre? En EE UU hemos visto la influencia de Facebook en las elecciones... Necesitamos una carta digital que recupere la dignidad humana y pensar en una renta básica para las profesiones que devorarán las nuevas tecnologías”.


Comunicación. “Sin la presencia del otro, la comunicación degenera en un intercambio de información: las relaciones se reemplazan por las conexiones, y así solo se enlaza con lo igual; la comunicación digital es solo vista, hemos perdido todos los sentidos; estamos en una fase debilitada de la comunicación, como nunca: la comunicación global y de los likes solo consiente a los que son más iguales a uno; ¡lo igual no duele!”. Estamos en la Red, pero no escuchamos al otro, solo hacemos ruido”, dice Byung-Chul Han, que viaja lo justo y no hace turismo “para no participar del flujo de mercancías y personas”. También reclama una política nueva.


Jardín. “Yo soy diferente; estoy envuelto de aparatos analógicos: tuve dos pianos de 400 kilos y durante tres años he cultivado un jardín secreto que me ha dado contacto con la realidad: colores, olores, sensaciones... Me ha permitido percatarme de la alteridad de la tierra: la tierra tenía peso, todo lo hacía con las manos; lo digital no pesa, no huele, no opone resistencia, pasas un dedo y ya está... Es la abolición de la realidad; mi próximo libro será ese: Elogio de la tierra. El jardín secreto. La tierra es más que dígitos y números.


Narcisismo. Sostiene Han que “ser observado hoy es un aspecto central de ser en el mundo”. El problema reside en que “el narcisista es ciego a la hora de ver al otro” y sin ese otro “uno no puede producir por sí mismo el sentimiento de autoestima”. El narcisismo habría llegado también a la que debería ser una panacea, el arte: “Ha degenerado en narcisismo, está al servicio del consumo, se pagan injustificadas burradas por él, es ya víctima del sistema; si fuera ajeno al mismo, sería una narrativa nueva, pero no lo es”.


Otros. Es la clave de sus reflexiones más recientes. “Cuanto más iguales son las personas, más aumenta la producción; esa es la lógica actual; el capital necesita que todos seamos iguales, incluso los turistas; el neoliberalismo no funcionaría si las personas fuéramos distintas”. Por ello propone “regresar al animal original, que no consume ni comunica desaforadamente; no tengo soluciones concretas, pero puede que al final el sistema implosione por sí mismo... En cualquier caso, vivimos en una época de conformismo radical: la universidad tiene clientes y solo crea trabajadores, no forma espiritualmente; el mundo está al límite de su capacidad; quizá así llegue un cortocircuito y recuperemos ese animal original”.


Refugiados. Han es muy claro: con el actual sistema neoliberal “no se siente temor, miedo o asco por los refugiados sino que son vistos como carga, con resentimiento o envidia”; la prueba es que luego el mundo occidental va a veranear a sus países.


Psicopolítica. La crisis actual se encuadra en un sistema neoliberal entendido como un aparato inteligente cuya finalidad está enfocada a convertir al ciudadano en consumidor. El poder inteligente finge ajustarse a la voluntad de los sujetos. Es amable, y lo que pide es compartir, participar, comunicar opiniones y, en definitiva, que contemos nuestras vidas. En el neoliberalismo el signo más característico es la tecla que marca el “me gusta”. El neoliberalismo del siglo XXI no tiene nada que ver con el capitalismo productivo del siglo XIX cuyo modo de operar estaba basado en disciplinar y castigar.

La psicopolítica neoliberal tiene formas más refinadas de explotación. “Es la técnica de la dominación que estabiliza y reproduce el sistema dominante por medio de una programación y control psicológicos”. Maneja de forma exquisita las emociones y los afectos a través, sobre todo, de las nuevas tecnologías. Hoy no consumimos objetos sino emociones, y éstas son el vehículo perfecto para el control social a través de las nuevas tecnologías. La inmensa cantidad de datos suministrados a la web genera el llamado Big Data, mediante el cual empresas como la norteamericana Acxiom disponen de una masa ingente de información sobre millones de personas a las que clasifica en setenta categorías. Todo paso en la web puede ser observado, registrado y utilizado.


Tiempo.Es necesaria una revolución en el uso del tiempo, sostiene el filósofo, profesor en Berlín. “La aceleración actual disminuye la capacidad de permanecer: necesitamos un tiempo propio que el sistema productivo no nos deja; requerimos de un tiempo de fiesta, que significa estar parados, sin nada productivo que hacer, pero que no debe confundirse con un tiempo de recuperación para seguir trabajando; el tiempo trabajado es tiempo perdido, no es tiempo para nosotros”.


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