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La bondad se contagia



Experimentos realizados predicen que ser testigo de un acto bondadoso inspira bondad, y hace que se propague.


Fuente: Scientifican American Por Jamil Zaki - Julio 2016


La conformidad social, es decir el grado en que los miembros de un grupo cambian su comportamiento, opiniones y actitudes para encajar con las opiniones del grupo, suele tener mala reputación, y a menudo con razón. La gente abusa de las drogas, daña los parques nacionales y gasta 150.000 dólares en bolsos de mano después de ver a otros hacerlo. Sin embargo, la conformidad social no tiene por qué ser tan mala. Las personas contagian también cosas buenas: la alimentación saludable, y los esfuerzos de conservación del medio ambiente, por ejemplo. También la cooperación y la generosidad. Dígale a alguien que sus vecinos donaron a una organización benéfica, y esa persona seguramente aumentará sus donaciones, incluso un año después. Este tipo de comportamiento parece prometedor, pero también estrecho. Los experimentos anteriores, por ejemplo, se centran casi exclusivamente en las personas que observan a los demás participar en una acción positiva en particular (por ejemplo, el reciclaje) y más tarde imitan esa misma acción.


En una serie de nuevos estudios, mis colegas y yo destacamos un espectro más amplio de conformidad positiva. Encontramos que la gente imita no sólo los detalles de las acciones positivas, sino también el espíritu que las sustenta. Esto implica que la bondad en sí misma es contagiosa, y que tiene un efecto cascada, tomando nuevas formas a lo largo del camino. Para ser una fuerza social potente, la conformidad positiva requiere flexibilidad. No todo el mundo puede permitirse el lujo de donar a obras de caridad o pasar semanas en un viaje de servicio a Haití. Por lo tanto, presenciar cosas tan grandes en otros podría inhibir a los aspirantes a ser buenos porque sienten que no pueden estar a la altura. Nuestro trabajo sugiere que la bondad de un individuo puede, sin embargo, desencadenar a la gente a difundir la positividad de otras maneras.


En nuestro estudio, a las personas se les dio un "bono" de $1 además de su pago por completar el estudio. Luego vieron breves descripciones de 100 organizaciones benéficas y decidieron si querían dar alguna de sus bonificaciones a cada una de ellas. Después de hacer cada donación, los participantes vieron lo que creían que era la donación promedio hecha por las últimas 100 personas en el estudio. De hecho, manipulamos estas "donaciones de grupo" para influir en las creencias de nuestros participantes. Algunas personas se enteraron de que vivían en un mundo generoso, donde la gente donaba alrededor de tres cuartas partes de su bono a la caridad. Otros se enteraron de que vivían en un mundo tacaño, donde la gente donaba sólo una cuarta parte de su bono.


Al igual que otros científicos, encontramos que los participantes que creían que los demás eran generosos se volvieron más generosos ellos mismos. Así que entonces testeamos nuestra verdadera pregunta: ¿el contagio de la bondad trasciende la mera imitación? En un estudio de seguimiento, las personas que participaban del mismo, observaron a otras donando generosamente o con mezquindad, y luego completaron lo que pensaban que era una tarea de "amigo por correspondencia" sin relación alguna. Leyeron una nota en la que otra persona describía los altibajos de su último mes, y le respondieron. Las personas que habían visto a otros donar generosamente escribieron notas más amigables, más empáticas y más de apoyo que las que habían visto a otros comportarse con codicia. Esto sugiere que la bondad evoluciona a medida que se difunde, "infectando" los comportamientos a través de los cuales un nuevo individuo puede expresarla.


Las personas en nuestros estudios ni siquiera necesitaban ver a otros hacer algo para ser bondadosos. En otro seguimiento, la gente leyó historias sobre el sufrimiento de las personas sin hogar. Después de cada historia, se les mostraba un gráfico con lo que creían que era el nivel promedio de empatía que los participantes anteriores del estudio habían sentido en respuesta a la historia leída. Algunas personas se les dijo que a sus compañeros anteriores les había importado mucho, y otros aprendieron que los anteriores del estudio eran bastante insensibles. Al final del estudio, les dimos a los participantes un bono de $1, y la oportunidad de donar tanto como quisieran a un refugio local para personas sin hogar. Las personas que creían que los demás habían sentido empatía por las personas sin hogar se preocupaban más, y también donaban el doble que las personas que creían que los demás habían sentido poca empatía.


Todavía no entendemos completamente las fuerzas psicológicas que contagian el poder de la bondad. Una posibilidad, apoyada por nuestro propio trabajo, es que las personas valoren estar en la misma página con los demás. Por ejemplo, hemos descubierto que cuando las personas se enteran de que sus propias opiniones coinciden con las de un grupo, se involucran regiones cerebrales asociadas con la recompensa, y que esta actividad cerebral rastrea sus esfuerzos posteriores para alinearse con un grupo. Como tal, cuando la gente aprende que los demás actúan amablemente, pueden llegar a valorar más la bondad por sí mismos.


Por supuesto, la conformidad no siempre es una fuerza para el bien. De hecho, la división que se generó en nuestro país (USA), refleja a menudo que la gente sigue el ejemplo de los demás. Las personas que tienen actitudes extremas las expresan en voz alta; cuando los individuos moderados se unen a esas filas, los grupos se afianzan y se distancian más unos de otros. La creciente y amarga brecha entre la izquierda y la derecha en la política estadounidense pone de relieve los resultados volátiles de esa polarización. Nuestro trabajo, sin embargo, sugiere que la conformidad puede conducir no sólo a la animosidad, sino también al compromiso, la tolerancia y la calidez.


La batalla entre la conformidad buena y mala probablemente depende de las normas culturales que la gente presencie con más frecuencia. Alguien que está rodeado de grandilocuencia y antagonismo tenderá a tener actitudes hostiles y excluyentes. Alguien que en cambio aprende que sus compañeros valoran la empatía pondrá más empeño en empatizar, incluso con personas que son diferentes a ella. Al enfatizar los efectos positivos de la empatía, podemos aprovechar el poder de la influencia social para combatir la apatía y el conflicto de nuevas maneras. Y ahora mismo, cuando se trata de reparar las divisiones ideológicas y cultivar la bondad, necesitamos todas las estrategias que podamos encontrar.



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