Editorial de The Guardian
Fuente: The Guardian - 8 Julio 2021
Los políticos deben responder a las últimas advertencias de que la ciencia del clima ha subestimado los riesgos
Las altísimas temperaturas de la semana pasada en el noroeste de Estados Unidos y Canadá fueron -y son- muy aterradoras. El calor y los incendios que provocó causaron la muerte de cientos de personas, y se estima que mataron a mil millones de criaturas marinas. En algunos lugares se batieron récords diarios de temperatura de más de 5C (9F). En Lytton, Columbia Británica, el calor alcanzó los 49,6C (121F). Los incendios forestales que consumieron la ciudad produjeron sus propias tormentas eléctricas, junto con miles de rayos.
Un primer estudio muestra que la actividad humana hizo que esta cúpula de calor -en el que una columna de altas presiones actúa como una tapa que impide que el aire caliente se escape- fuera al menos 150 veces más probable. El World Weather Attribution Group - Grupo de Atribución del Tiempo Mundial, que utiliza modelos climáticos por ordenador para evaluar las tendencias del calentamiento global y el clima extremo, ha advertido que la semana pasada superó incluso sus peores escenarios. Aunque hace tiempo que se reconoce que el sistema climático tiene umbrales o puntos de inflexión a partir de los cuales los seres humanos pueden perder el control de lo que ocurre, los científicos no ocultaron su alarma por el hecho de que una zona habitualmente fría del noroeste del Pacífico se haya convertido en un horno. Un climatólogo dijo que la perspectiva abierta por la cúpula de calor "me deja boquiabierto".
Los inquietantes signos de alteración del clima no se limitan a Norteamérica. Pakistán y Siberia también han registrado temperaturas altas récord en las últimas semanas, al igual que Moscú, Helsinki y Estonia. En Madagascar, la peor sequía de los últimos 40 años ha dejado a un millón de personas con escasez de alimentos. El autor sobre el clima David Wallace-Wells sugirió que las condiciones actuales deberían considerarse como el anuncio de una "emergencia permanente". Con los responsables políticos luchando por asimilar las gravísimas implicaciones para las sociedades humanas de los modelos actuales, es francamente difícil asimilar la sugerencia de que estos modelos pueden subestimar la amenaza. La perspectiva de que la corriente en chorro se bloquee y los sistemas meteorológicos, como las tormentas tropicales, dejen de moverse de la forma a la que estamos acostumbrados, conlleva posibilidades de pesadilla. Se avecina más calor en California, con el grueso de la temporada de incendios forestales.
Si hay algo positivo que sacar de esta nueva información, y de los informes sobre el sufrimiento y la destrucción causados por el calor, sólo puede ser que intensifica la presión sobre los responsables políticos para que actúen. El miércoles, el Consejo de Estabilidad Financiera, con sede en Suiza, emitió una advertencia antes de la reunión del G20 en Venecia este fin de semana. Instó a los ministros de finanzas y a los bancos centrales a tener más en cuenta los impactos climáticos "de gran alcance". El alcance de estos impactos depende de las decisiones que tomen los gobiernos en los próximos meses y años. Hasta ahora, los compromisos vinculantes de reducción de las emisiones de carbono, necesarios para evitar un aumento de la temperatura por encima de los 2ºC, brillan por su ausencia. Con cada noticia preocupante sobre el clima, lo que está en juego antes de la conferencia de Cop26 de noviembre sigue creciendo.
Los ecologistas solían sacudir la cabeza cuando se informaba de un tiempo muy inusual en términos que ignoraban la contribución del cambio climático. Ahora, gracias a la ciencia de la atribución, el vínculo está firmemente establecido. Para evitar futuras cúpulas de calor, países como Estados Unidos y Canadá deben dejar de bombear tanta energía al sistema climático.
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