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Población y medio ambiente: lo que hacemos en el shopping importa más que lo que hagamos en la cama

Actualizado: 26 ene 2021


Fuente: The Conversation – Autor: Clive Hamilton - Abril de 2012-


En cualquier discusión sobre los problemas ambientales del mundo, alguien siempre argumentará que el problema central es que el mundo tiene demasiada gente. Cliff Hooker lo ha llamado recientemente "el elefante en la habitación", aunque debe ser uno de los paquidermos de los que más se habla.


Entonces, ¿es el crecimiento de la población el principal culpable de, digamos, el cambio climático? Es indiscutible que, en igualdad de condiciones, un crecimiento demográfico más rápido hará la tarea más difícil. Tampoco hay duda de que la enorme expansión de la población mundial en las últimas décadas nos ha dejado mucho más vulnerables.


Pero cuando consideramos la tarea que tenemos por delante debemos recordar que es la proliferación de personas con altos niveles de emisiones lo que nos ha dado la crisis climática. Dos investigadores norteamericanos, Paul Murtaugh y Michael Schlax, que han estimado el "legado de carbono" de las decisiones reproductivas, han demostrado su efecto devastador.


Es evidente que nuestras decisiones de consumo afectan la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero de las que somos responsables, lo que explica por qué los residentes de Canberra tienen tanto el nivel más alto de conciencia ambiental en Australia como el nivel más alto de emisiones de gases de efecto invernadero per cápita. Son, en promedio, más ricos.


Pero nuestras decisiones reproductivas también afectan a las emisiones que nos corresponden. Murtaugh y Schlax asignan a una persona la responsabilidad de sus propias emisiones de carbono y las de sus descendientes, ya que esas emisiones dependen de las decisiones reproductivas de esa persona.


Asumen que una madre es responsable de la mitad de las emisiones de su descendencia y un padre es responsable de la otra mitad. Cada uno es entonces responsable de una cuarta parte de las emisiones de sus nietos, y así sucesivamente. Haciendo una serie de supuestos razonables para varios países sobre las tasas de fertilidad y las futuras emisiones de carbono per cápita, los investigadores estiman que el legado de carbono de la mujer promedio en los Estados Unidos es de 18.500 toneladas de CO₂ mientras que el de una mujer de Bangladesh es de sólo 136 toneladas.


En otras palabras, la futura corriente de emisiones de carbono tras la decisión de una pareja americana de tener un hijo extra es 130 veces mayor que la decisión de una pareja de Bangladesh.


En otras palabras, para tener el mismo impacto en las futuras emisiones globales de carbono, la decisión de una pareja americana de no tener un hijo tendría que ser igualada por 130 parejas de Bangladesh. Por lo tanto, las políticas de población deberían dirigirse ahora a los Estados Unidos y a los países europeos más grandes (incluida Rusia) en lugar de a las naciones pobres pero populosas como Bangladesh, India y Nigeria.


La comparación entre Estados Unidos y Bangladesh es el caso más extremo, pero incluso comparando los legados de carbono de los padres en Estados Unidos y China se obtiene un factor de casi cinco. (Para la India el factor es casi 50.) En resumen, no tiene sentido señalar el crecimiento de la población sin vincular a la gente con su consumo y el de sus descendientes.


Por supuesto, dado que la población de China es tan enorme (cuatro veces mayor que la de los Estados Unidos) cualquier política que limite la fertilidad tendrá un gran impacto global. Aunque esto no forme parte del plan, de la tan maltratada política de “un solo hijo” de China, el resultado es que debido a esta, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero serán considerablemente menores en el siglo XXI, hecho que debiéramos agradecer.


Por otra parte, en lo que respecta a las emisiones de gases de efecto invernadero, el rápido crecimiento económico de China en el último decenio, seguido más lentamente por el crecimiento de su consumo, ha echado por tierra los logros de 50 años de control de la población. En Occidente no tenemos derecho a señalar con el dedo, pero el hecho es que la vasta y floreciente clase de consumidores prósperos en naciones como China, India y Brasil están tomando el relevo como la principal causa del expolio del medio ambiente.


Reconocer que la riqueza, más que el crecimiento de la población, es la principal responsable de la crisis climática nos permite reformular la famosa teoría maltusiana. En su Ensayo sobre el principio de la población de 1798, Thomas Malthus argumentó que existe una tendencia natural a que el crecimiento descontrolado de la población supere la capacidad de la agricultura para aumentar la producción de alimentos, por lo que el hambre, la peste y la guerra tienden a equilibrar el suministro de personas con el de alimentos.


El párroco Malthus atribuyó la tendencia de la población a crecer a un ritmo geométrico al "vicio del coito promiscuo entre las clases inferiores". Sin embargo, creo que ahora hay que admitir que la situación a la que nos enfrentamos ha surgido no del antiguo vicio de la clase obrera de la copulación excesiva, sino del moderno vicio de la clase media del consumo excesivo. Y así como en ediciones posteriores de su ensayo Malthus reconoció que los frenos naturales del hambre y la guerra podían evitarse mediante la "restricción moral" en forma de aplazamiento del matrimonio y la abstinencia, la respuesta a la crisis climática radica en desenterrar las virtudes de moderación y frugalidad de la clase media.


Este artículo está basado en parte de mi libro Réquiem por una especie (2010).


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