Si dividimos el presupuesto de carbono por población, tenemos que reducir nuestras emisiones per cápita de dióxido de carbono a 2,5 toneladas por persona. Nadie va a hacer eso sólo mediante aumentos de eficiencia; tenemos que cambiar la manera en que vivimos.
La discusión de por donde empezar el cambio cultural que nos permita detener el cambio climático, si exigir a las corporaciones que cambien o centrarnos en las acciones individuales, consume grandes cantidades de papel. El huevo o la gallina. Lo más probable es que, cómo la mayoría de las cosas, no sea una opción disyuntiva, de una cosa o la otra, sino que se complementen. La acción individual, a medida que crezca, forzará a las corporaciones (que son entidades abstractas formadas por individuos) a cambiar. Mientras tanto debemos exigir y demandar a gobiernos y empresas los cambios correspondientes. No nos quedan demasiadas opciones.
Fuente: en base a TreeHugger - Enero 2020
La posición de TreeHugger es que no se puede pellizcar los bordes, abondar el uso de sorbetes y conservar el vaso desechable. Tenemos que cambiar la cultura, la forma en que bebemos nuestro café o comemos nuestras comidas. No podemos simplemente comprar coches más eficientes o incluso coches eléctricos, sino que tenemos que abrazar una cultura de aceras compartidas, transporte público o bicicletas.
Es demasiado fácil y simplista culpar a la industria de la construcción, a las compañías eléctricas y a la industria petrolera, cuando estamos comprando lo que ellos están vendiendo. En lugar de ello, deberíamos enviar algunas señales.
Realmente no tenemos otra opción. Como hemos señalado muchas veces recientemente, tenemos que reducir nuestra huella de carbono a la mitad si tenemos la esperanza de mantener el calentamiento global por debajo de 1,5 grados. Y no tenemos hasta el 2030; tenemos que empezar a reducir nuestras emisiones ahora mismo. Si dividimos el presupuesto de carbono por población, tenemos que reducir nuestras emisiones per cápita de dióxido de carbono a 2,5 toneladas por persona. Nadie va a hacer eso sólo mediante aumentos de eficiencia; tenemos que cambiar la manera en que vivimos.
Todos los años por esta época empiezo a enseñar Diseño Sostenible en la Escuela de Diseño Interior de la Universidad de Ryerson en Toronto. Solía hablar sólo de construcción ecológica, de las cosas habituales sobre aislamiento, materiales saludables, agua. Pero rápidamente me di cuenta de que esto no mueve mucho la aguja; la forma en que diseñamos nuestras comunidades tiene un impacto mucho mayor.
La forma en que llegamos a nuestros edificios produce tanto carbono como nuestros propios edificios. La forma en que diseñamos nuestro sistema de distribución de alimentos, y lo que traemos a nuestras cocinas, es mucho más importante que si las mesadas de nuestras cocinas son de origen sostenible. Sorprendentemente, alquilar un dormitorio de nuestro hogar reduce las emisiones per cápita casi tanto como la conversión a bombas de calor o el aislamiento. Me quedó claro que no se puede hablar de diseño sostenible sin hablar de estilos de vida sostenibles. No existe de forma aislada.
Por lo tanto, este año, vamos a tratar de vivir un estilo de vida compatible con el presupuesto de carbono para no superar los 1,5°C grados de calentamiento, limitando nuestra huella de carbono a 2,5 toneladas. Esto es difícil para los norteamericanos; el promedio en los EE.UU. es de 16,2 toneladas métricas, y en Canadá, de 15,1. Esta cifra refleja el presupuesto personal, no la porción per cápita del ejército o la infraestructura. Son las cosas sobre las que tenemos control. De acuerdo con el estudio, hay "puntos centrales" donde el cambio hace la mayor diferencia:
Centrar los esfuerzos de reducción en estas áreas produciría los mayores beneficios: consumo de carne y lácteos, energía basada en combustibles fósiles, uso de automóviles y viajes aéreos. Los tres dominios en los que se producen estas huellas -nutrición, vivienda y movilidad- tienden a tener el mayor impacto (aproximadamente el 75%) en las huellas totales de carbono del estilo de vida.
Voy a tratar de emular a Rosalind Readhead, la activista británica que está tratando de vivir un estilo de vida de 1 tonelada de carbono, y que está rastreando cada gramo de carbono del que es responsable, hasta el número de veces que utiliza su teléfono. Una tonelada es muy difícil, pero creo que 2,5 toneladas es factible.
He construido una hoja de cálculo que voy a rellenar todos los días, tratando de mantener mi asignación diaria de 6,85 kilogramos, y voy a pedir a mis alumnos que hagan lo mismo.
En muchos sentidos, lo tengo fácil; vivo a un corto trayecto en bicicleta de la Universidad, de lo contrario trabajo desde casa. Ya he dejado de conducir, quizás el mayor cambio de estilo de vida que la gente tiene que hacer para alcanzar este objetivo. Vivo en una provincia donde la electricidad es 96 por ciento libre de combustibles fósiles.
Pero sospecho que seguirá siendo un desafío. Estoy construyendo la hoja de cálculo ahora, y cuando esté lista para compartirla con mis estudiantes pondré un enlace para cualquier otra persona que quiera intentarlo, comenzando el primer día de clases, el 14 de enero. Y estaré reportando semanalmente; vean este espacio.
Comments