Homo consciens

14 de mar de 20224 min.

Hartmut Rosa: la buena vida es imposible sin una relación de resonancia entre el yo y el mundo

Actualizado: 28 de mar de 2023

Fuente: Philomag - Jean-Marie Durand publicado el 10 de enero de 2022 -

Revista de la Universidad Complutense de Madrid

Podemos pensar varias palabras que definirían la vida actual bajo el influjo de la modernidad: velocidad, celeridad, falta de tiempo, competencia, inestabilidad, eficacia, cambio. Todo ello es el resultado de la aceleración del tiempo, de la aceleración social. Tal y como Hartmut Rosa, uno de los principales representantes actuales de la Escuela de Frankfurt, ha sostenido en sus obras pasadas, en la sociedad existen patrones y normas que gobiernan la vida del ser humano y le impiden llevar una «buena vida». Esas normas no le son transparentes, no llega a poder señalarlas debido a que dirigen la vida subrepticiamente. Para desocultarlas es necesario realizar una teoría crítica de la aceleración social en tanto que permita descubrir cuáles son y cómo operan. Y este precisamente es el trabajo que ha desempeñado Rosa en su posición de sociólogo y filósofo.

El camino de la resonancia para escapar de la alienación

En la obra Remedio a la aceleración. Ensayos sobre la resonancia se atisban soluciones para esa aceleración; la solución, el remedio, debe buscarse desde lo que Rosa llama ‘resonancia’, concepto que toma prestado de Charles Taylor.

Para el sociólogo alemán Hartmut Rosa, la vida buena es imposible sin una relación de resonancia entre el yo y el mundo. Así, el sujeto es capaz de "apropiarse" del mundo de una manera que transforma la esencia del yo a través de la "conexión". La "resonancia" es un concepto que se supone que actúa como antídoto contra la aceleración del mundo, esa aceleración y velocidad que está perturbando nuestras vidas.

“La sociedad moderna necesita crecer para permanecer igual” - aquí

La propuesta de Rosa es clara: «Lo que propongo es lo siguiente: estamos alienados cuando entramos en resonancia con el mundo. Cuando las cosas, los lugares, las personas que encontramos nos impresionan, nos emocionan, nos conmueven; cuando nos sentimos capacitados para responderles con toda nuestra existencia». Lo que denuncia Rosa es la indiferencia frente a la vida y sus componentes, la frialdad con la que el ser humano, en nuestra época, se relaciona con los demás y lo demás.

La aceleración de la resonancia: ¿una aporía existencial?

Lo que Rosa sugiere es, de hecho, menos una aceleración rítmica de la resonancia que una intensificación de su promesa. Así, nos invita no tanto a activar y acrecentar nuestros impulsos vitales en una especie de cálculo mecánico como a dejar que nos invadan al azar, en una ética de la disponibilidad y la acogida (al otro, a la belleza, al asombro...). El gran ritmo que le gustaría ver sería, pues, el nuevo ritmo de una Modernidad despojada de su celeridad y de todas sus prisas, vinculada al aumento de nuestros afectos (y no de nuestras prestaciones corporales, como defienden los promotores del hombre aumentado).

Un "hilo vibratorio".

Para Rosa, "la transformación profunda de nuestras sociedades sólo se logrará entrando en una nueva relación con el mundo marcada por una relación de respuesta con él; no se trata de entender el mundo para meterle mano y reorganizarlo con la ayuda de nuestros artefactos técnicos, sino simplemente de entrar en relación con él". Entrar en relación con alguien, con una idea, con una obra que nos conmueve (un libro, un paisaje, una pieza musical...): la buena vida sólo puede proceder de este impulso vital, que no es más que un "hilo vibratorio". Todas estas relaciones vibrantes que somos capaces de activar, a veces, en nuestras vidas nos descentran de la lógica de la instrumentalización y la mercantilización.

Algunos podrían tener la tentación de ver en este llamamiento aparentemente despolitizado a la resonancia un eco procedente de las profundidades del desarrollo personal o de la psicología de las multitudes asustadas, que buscan soluciones algo frívolas a su desorden existencial. Se equivocarían, ya que Rosa se inscribe en una tradición filosófica y sociológica -la Escuela de Frankfurt (Herbert Marcuse, Erich Fromm, Theodor Adorno y Max Horkheimer)- cuya obsesión ha sido siempre, a través de la teoría crítica, pensar en lo que está mal en nuestra forma de estar en el mundo y tratar de oponerle un horizonte ético y práctico beneficioso.

Frente a todos estos colapsos, incendios, revueltas, cóleras, resentimientos, humillaciones, agotamientos, que recorren nuestro tiempo, la resonancia se nos ofrece como un motivo liberador.

Aprender a escuchar al mundo

"Hay que aprender a escuchar el mundo, a percibirlo de nuevo y a responder a él; es muy distinto a deshacerse de él", sugiere Rosa. Primera escucha. Entonces, "pero sólo a partir de la atención que logremos dar a la presencia del otro, podremos intentar dar respuestas circunstanciales y experimentar nuevas formas de convivencia".

Por tanto, lo que debemos aclarar en primer lugar es cómo queremos relacionarnos con los demás y con el mundo. Hacer que el mundo vuelva a ser capaz de hablar, hacer que estos "hilos vibratorios" cobren vida: más allá de un programa político (ausente aquí, aparte de su propuesta de una renta mínima básica), Hartmut Rosa traza las líneas maestras de un programa existencial, que le corresponde a cada uno, junto con otros, desplegar en secreto. La aceleración de la resonancia para todos será la condición de posibilidad de un mundo común reconfigurado. Resonemos, agrupémonos, ¡y mañana la resonancia será la raza humana!

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