El gran retorno de la hipótesis de Gaia
- Homo consciens
- 31 mar 2020
- 12 Min. de lectura
Actualizado: 20 oct 2020

Fuente: Science-et-vie - Por YVES SCIAMA - febrero de 2020 Toda la historia de las geociencias en los últimos treinta años es, en efecto, la de una creciente conciencia del papel de los seres vivos como copilotos del sistema terrestre, y de la importancia de las múltiples interacciones y retroalimentaciones que componen este sistema.
Para los especialistas en clima, ocĆ©anos, hielo o biodiversidad, la Tierra no es un simple planeta, sino un cuerpo que pasa por muchos procesos complejos cuyas interacciones la mantienen en un equilibrio mĆ”s o menos precario, Ā”un cuerpo vivo, en resumen! Y ahora, por supuesto, la radical "hipótesis de Gaia", formulada hace 50 aƱos pero rechazada con fuerza durante varios decenios, se estĆ” convirtiendo discretamente en la norma en todas las geociencias modernas. Porque los expertos estĆ”n convencidos de que sólo esta nueva forma de ver las cosas permite predecir los riesgos de los puntos de inflexión climĆ”ticos, oceanogrĆ”ficos o ecológicos que las actividades humanas plantean a nuestro mundo? La hipótesis suena como un eslogan ambientalista. O una metĆ”fora mĆstica de la Nueva Era, o incluso una idea loca de una mala novela de ciencia ficción. Y sin embargo... aunque rara vez se formula, esta hipótesis es hoy el paradigma cientĆfico que domina todas las ciencias de la Tierra, irrigando la geologĆa, la climatologĆa, la oceanografĆa, la glaciologĆa, pero tambiĆ©n la astrobiologĆa, la ecologĆa, las ciencias de la evolución e incluso la filosofĆa de la ciencia durante las tres Ćŗltimas dĆ©cadas. Nuestro planeta, en el fondo, serĆa un ser vivo. ĀæSorprendido? No obstante, la idea de que la Tierra estĆ” viva se ha convertido en algo habitual en la comunicación oficial de las principales instituciones cientĆficas. La Agencia Espacial Europea ha llamado a su programa de observación de la Tierra "Planeta Vivo", y la NASA utiliza constantemente la expresión. El pĆŗblico mismo, y con Ć©l muchos cientĆficos, no dudan en hablar de "preservar" o "salvar" nuestro planeta, una expresión que no tendrĆa sentido en un objeto geológico: no se "salva" una roca. Pero lo que probablemente no se enfatiza lo suficiente, o incluso usted, es que no se trata de un mero atajo verbal: esta hipótesis refleja una realidad fĆsica, tal como la concibe la geociencia moderna. Y para entender su paradójica discreción, tenemos que volver a su gĆ©nesis. La pregunta es simple: Āæcómo debemos calificar al cuerpo en el que (o en el que) vivimos? ĀæEs un planeta? Ciertamente lo es. Pero dĆ©cadas de investigación en todos los frentes han proporcionado tal avalancha de información sobre su historia que el tĆ©rmino ahora parece demasiado estrecho, insuficiente, reductivo. Porque nuestro planeta tiene una historia tan turbulenta, compleja y cambiante, comparada con sus contrapartes que conocemos, que se hace legĆtimo considerarla de una esencia diferente. Sólo piĆ©nselo: mientras que sus vecinos del Sistema Solar han tenido todos una historia relativamente predecible y lineal, la Tierra ha ido de metamorfosis en metamorfosis, de agitación a complejidad, principalmente debido a algo que ningĆŗn otro planeta circundante parece albergar: la vida. De hecho, es en gran parte bajo la acción de la vida que, a lo largo de miles de millones de aƱos, ha cambiado constantemente de color: negro, naranja, blanco, azul y verde... (ver mĆ”s abajo).

Como todos los seres vivos, la Tierra nunca ha dejado de evolucionar... Comparada con otros planetas del Sistema Solar, la historia de la Tierra ha estado marcada por cambios radicales en su apariencia, atmósfera, temperatura... Nuestro planeta ha sufrido cambios repentinos y radicales de temperatura, congelĆ”ndose tres veces completamente, para luego calentarse de nuevo, llegando incluso a alcanzar, hace 60 millones de aƱos, una temperatura mĆ”xima de 15°C por encima de la que conocemos hoy en dĆa! Su atmósfera ha experimentado un declive constante pero irregular (hasta el presente ascenso meteórico), un aumento paso a paso de la concentración de oxĆgeno, fluctuaciones impresionantes del metano, la repentina formación de una capa de ozono... LA HIPOTESIS QUE LO CAMBIA TODO Incluso su composición mineral no ha dejado de cambiar y se ha vuelto mĆ”s compleja: han nacido mĆ”s de 5.700 nuevos minerales, enormes depósitos sedimentarios han eliminado miles de millones de toneladas de carbono de la atmósfera, a veces reinyectĆ”ndolo con ocĆ©anos de lava por cataclismos volcĆ”nicos, e innumerables otras metamorfosis han marcado su geologĆa. SerĆa fĆ”cil continuar, pero paremos ahĆ. Con este matrimonio sin precedentes de vida y mineral, Āæno estamos frente a un objeto de naturaleza diferente a un ensamblaje inanimado de gas y roca, girando pasivamente alrededor de su estrella? ĀæNo podrĆamos hablar aquĆ de un cuerpo vivo? En realidad fue hace medio siglo, en la dĆ©cada de 1970, que un quĆmico inglĆ©s desconocido, James Lovelock, formuló esta provocativa y radical hipótesis: la Tierra serĆa una especie de superorganismo, al que llamó Gaia, en honor a la diosa griega de la Tierra. Y fue al comparar nuestro planeta con otros que se le ocurrió la idea. En una entrevista con Science & Vie hace 13 aƱos, Lovelock habló de su "momento Eureka": "En 1965, trabajaba para la NASA, que estaba interesada en la existencia de vida en Marte. PensĆ© que si Marte era un planeta muerto, entonces la composición quĆmica de su atmósfera, detectable a distancia, estarĆa ciertamente cerca del equilibrio termodinĆ”mico. Para probar el razonamiento, mirĆ© la atmósfera de la Tierra y me di cuenta de que contiene grandes cantidades de oxĆgeno y metano, una mezcla inestable que no podrĆa haberse mantenido durante cientos de millones de aƱos sin un sistema regulador. Y entonces me di cuenta de que este sistema es la vida. AsĆ que la Tierra estaba viva, mientras que Marte, con su atmósfera dominada, estaba muerto." ĀæNUEVO GURĆ O CURANDERO? La vida como sistema regulador del planeta: la intuición rompe radicalmente con la visión de la Ć©poca, que separaba estrictamente la biologĆa y las geociencias, subordinando la primera a la segunda. De hecho, la fĆsica y la quĆmica fueron consideradas como las maestras de la planetologĆa durante mucho tiempo. "Hasta entonces, la Tierra (ocĆ©ano, atmósfera, rocas) era el escenario dado e inmutable en el que la vida jugaba su papel, que consistĆa en adaptarse lo mejor posible". resume SĆ©bastien Dutreuil, autor de una tesis sobre la hipótesis de Gaia. Los procesos biológicos, aunque interesantes, se percibĆan como secundarios. Y lo que Lovelock entendió primero, explica, es que la vida, durante su actuación, se hizo cargo del escenario, lo transformó y reconstruyó, hasta el punto de que los actores y el escenario se volvieron inseparables. James Lovelock pasó casi diez aƱos refinando su idea antes de publicarla en 1974, con Lynn Margulis, uno de las mĆ”s grandes biologistas del siglo, y luego dedicó su primer libro La Tierra es un Ser Vivo - La Hipótesis Gaia a ella en 1979. Su argumento central: la Tierra ha logrado, en los Ćŗltimos 4.000 millones de aƱos, mantenerse en un estado relativamente estable y de apoyo a la vida, tanto en lo que respecta a su temperatura global como a la composición quĆmica de su atmósfera y sus ocĆ©anos. Y esto a pesar de todo tipo de perturbaciones: volcanismo, bombardeos de asteroides, un aumento del 30% de la radiación solar incidente, etc. Sin embargo, basĆ”ndose en el libro del fĆsico Erwin Schrƶdinger, ĀæQuĆ© es la vida? publicado 20 aƱos antes, Lovelock observó que el uso de la energĆa (aquĆ la del Sol) para mantener estable el entorno interior en una configuración alejada del equilibrio quĆmico es una propiedad universal de los seres vivos, llamada "homeostasis". Todo estudiante de ciencias naturales ha oĆdo hablar algĆŗn dĆa de este fenómeno descrito ya en 1865 por Claude Bernard en su Introducción a la Medicina Experimental: Homeostasis . La homeostasis es la capacidad de un organismo que evoluciona en un entorno externo variable para mantener sus constantes fisiológicas internas dentro de lĆmites fluctuantes que no se desvĆan mucho de sus normales vitales. Para el mĆ©dico y fisiólogo francĆ©s, esto es lo que distingue sobre todo a los vivos de los no vivos: vivir es estar atravesado por mĆŗltiples procesos que mantienen un equilibrio inestable. De ahĆ la hipótesis de Gaia.
James Lovelock sigue sin tener clara la implementación precisa de esta homeostasis planetaria, que atribuye a las propiedades emergentes de la multiplicidad de sistemas que se intersectan y que componen la Tierra. Pero su idea tuvo un Ć©xito popular inmediato. Tanto mĆ”s cuanto que Lovelock es un talentoso escritor, prolĆfico en poderosas metĆ”foras. Compara a la humanidad con una especie de sistema nervioso, que apareció tarde en la vida y que permite a Gaia pensar en sĆ misma, e incluso verse a sĆ misma. Pero va mĆ”s allĆ”. SegĆŗn Ć©l, el propósito del planeta es mantenerse en el estado mĆ”s favorable para la vida posible. Una lĆnea roja que la mayorĆa de los cientĆficos nunca le perdonarĆ”n por cruzar, ni siquiera temporalmente. Tampoco le perdonarĆ”n el nombre de Gaia, que todavĆa parece tan mĆstico para algunos especialistas que un artĆculo que lo usa tiene muy pocas posibilidades de ser publicado! El Ć©xito popular va acompaƱado de una tormenta de crĆticas cientĆficas. Mientras que muchos geofĆsicos se ven afectados por la hipótesis, considerando que le da demasiada importancia a los vivos, los ataques mĆ”s virulentos provienen de los biólogos evolutivos. Hay que decir que han estado luchando durante aƱos para defender la evolución darwiniana contra los creacionistas, que son poderosos en el mundo anglosajón. Inmediatamente equiparan a Gaia con una nueva deidad, y sospechan que Lovelock quiere ser su profeta. John Maynard-Smith, sin duda el mĆ”s grande evolucionista britĆ”nico de su tiempo, afirmarĆ” asĆ que "Gaia es una religión malvada". Y Richard Dawkins, el inmensamente popular autor de El gen egoĆsta (1976), por su parte, defiende la idea de una "meta" del sistema de la Tierra, que Ć©l equipara con la charlatanerĆa. UNA HERRAMIENTA DE PENSAMIENTO INDISPENSABLE La polĆ©mica, que generó su cuota de creyentes iluminados o inquisidores fanĆ”ticos, durarĆ” treinta aƱos. Si Lovelock acusa a los biólogos de tener una concepción estrecha, incluso religiosa del darwinismo, se echarĆ” atrĆ”s en muchos puntos, incluyendo la noción de "meta", que reduce el rango de metĆ”fora. Sin embargo, se negó a abandonar el nombre de Gaia y la idea de una Tierra viva, aunque dejó de hablar de "organismo". Esta terquedad le valió una verdadera excomunión de sus correligionarios - con la excepción de unos pocos discĆpulos influyentes y discretos. Su nombre y sus artĆculos se citan muy raramente, aunque ha publicado unas treinta veces en la prestigiosa revista Nature, es miembro de la Academia BritĆ”nica de Ciencias y ha ganado muchos premios a lo largo de su carrera, incluyendo el famoso Premio Planeta Azul, Ā”una especie de Premio Nobel de ecologĆa! Una excomunión tanto mĆ”s sorprendente cuanto que las principales ideas pioneras de James Lovelock han triunfado ahora cientĆficamente. Toda la historia de las geociencias en los Ćŗltimos treinta aƱos es, en efecto, la de una creciente conciencia del papel de los seres vivos como copilotos del sistema terrestre, y de la importancia de las mĆŗltiples interacciones y retroalimentaciones que componen este sistema. Es cierto que esta noción de Tierra viva sigue haciendo sonreĆr o molestar, particularmente en Francia - el mundo anglosajón la mira con mĆ”s benevolencia - y la personalidad de Lovelock permanece dividida (ver p. 67). Sin embargo, la hipótesis ha impuesto sus temas: el planeta como un sistema complejo no lineal; la importancia de los seres vivos y sus retroalimentaciones ambientales; el papel de los procesos homeostĆ”ticos (hoy preferimos hablar de la resistencia) y los puntos de ruptura o inflexión. Hasta el punto de que ahora forma el mejor marco conceptual frente a la diversidad de las crisis ecológicas (calentamiento global, pĆ©rdida de biodiversidad, contaminación, etc.). Tomemos el clima como ejemplo. En los Ćŗltimos informes del IPCC, una sĆntesis de la ciencia climĆ”tica mĆ”s avanzada, el reto de los nuevos modelos es incorporar los procesos de los organismos vivos (microbios, plancton, etc.) en modelos que inicialmente sólo tenĆan en cuenta los aspectos geológicos (ocĆ©anos, atmósfera, hielo, etc.). En otras palabras, hacer de estos modelos "una verdadera representación de Gaia", como lo resumió Andrew Watson de la Universidad de Exeter, que trabajó con Lovelock. Sobre todo, mientras que el IPCC se ha centrado durante mucho tiempo en las proyecciones - curvas que muestran un calentamiento cada vez mĆ”s significativo, hasta 6 u 8°C dependiendo de los escenarios de emisión - los puntos de inflexión han surgido como el tema principal. Cada aƱo hay umbrales de temperatura mĆ”s bajos mĆ”s allĆ” de los cuales el sistema terrestre corre el riesgo de cambiar de estado. "La adopción del calentamiento de 2°C como 'umbral de peligro' en el Acuerdo de ParĆs no sólo estĆ” totalmente en el espĆritu de la hipótesis Gaia, ya que es la idea del riesgo de ruptura, sino que estĆ” incluso directamente ligada a la persona de Lovelock", seƱala SĆ©bastien Dutreuil. De hecho, fue presentado por alguien cercano a Ć©l, el climatólogo alemĆ”n Hans Joachim Scheinhuber, influyente fundador del Instituto del Clima de Potsdam, asesor climĆ”tico del gobierno alemĆ”n y del Papa". EL NUEVO GALILEO? MĆ”s allĆ” del clima, muchos especialistas en el suelo, el hielo, los ocĆ©anos, la biósfera e incluso los exoplanetas dan testimonio de ello: las ideas de Lovelock no son absurdas a sus ojos, aunque no las compartan todas (vĆ©ase abajo). El filósofo de la ciencia Bruno Latour, autor de una serie de conferencias de las que se extrae su libro Face Ć Gaia, subraya el alcance de este cambio de paradigma: "Gaia es una revolución en la historia de la ciencia del mismo orden que la revolución galilea - dos trastornos en nuestra concepción de la forma en que la Tierra gira, por asĆ decirlo - en un caso en el espacio, y en el otro geoquĆmicamente. Hay muchos paralelismos interesantes entre Lovelock y Galileo, con la diferencia de que todo el mundo sabe que Galileo tenĆa razón... ...mientras que casi nadie sabe sobre Lovelock". El filósofo, ganador del Premio Holberg 2013, una especie de premio Nobel de las humanidades, lamenta que el tema no reciba mĆ”s atención. "Es extraordinario cómo Gaia ha pasado desapercibida entre los filósofos de la ciencia, que se niegan a prestarle atención, cuando se trata de un objeto ontológicamente nuevo, que estĆ” trastornando a la biologĆa, a la geociencia, con importantes consecuencias para nuestra relación con el medio ambiente, e incluso el derecho y la polĆtica... A menudo digo que Gaia es un diamante que ha sido descubierto pero que aĆŗn no ha sido tallado - el trabajo intelectual cientĆfico, filosófico, legal, teológico... para absorber Gaia simplemente no se ha hecho. Pero es un objeto que no conocemos como equivalente, con propiedades y complejidad que nunca hemos visto antes - no es de extraƱar que sea difĆcil de pensar." En la era del antropoceno, y dado que la humanidad forma parte de Gaia, Bruno Latour incluso cree que ahora podemos hablar de un planeta consciente de sĆ mismo: un "Gaia 2.0". Porque si la Gaia de los orĆgenes "operó a lo largo de su historia sin anticipación ni proyecto"... Hoy en dĆa, tenemos suficientes instrumentos, conocimientos y palancas de acción para que nuestro planeta se autorregule a travĆ©s de los seres humanos cuya aparición ha permitido ... Siguiendo el ejemplo de Claude Bernard, las geociencias han dirigido ahora su atención a este delicado ejercicio de "fisiologĆa planetaria", modelando la estabilidad de Gaia como un conjunto de relaciones entrelazadas entre 9 subsistemas que son en sĆ mismos complejos. Esto es para ayudar a los 10 mil millones de organismos industriosos y codiciosos que somos a comprender la naturaleza singular y los lĆmites del cuerpo astral que habitamos.
James Loevlock y la paradoja de Gaia Es un raro acontecimiento en la historia de la ciencia que, una teorĆa que estuvo en el origen de un importante cambio de paradigma cientĆfico, finalmente triunfó sin que se conociera su nombre o el de su autor. Esto puede explicarse en parte, como hemos visto, por el nombre mĆstico de Gaia, por los errores finalistas de Lovelock, por su sobreproducción de metĆ”foras poĆ©ticas y por su propensión a contradecirse con cierta ligereza.
Pero tambiĆ©n es la trayectoria personal del propio James Lovelock, que acaba de entrar en su centenario (Ā”mientras sigue escribiendo libros!), lo que explica esta paradoja. SĆ©bastien Dutreuil, que dedicó su tesis a Lovelock, seƱala que se estableció primero como un ingeniero quĆmico de excepcional talento. Habiendo sido empleado toda su vida como consultor, tanto por instituciones pĆŗblicas como la NASA, como por multinacionales, especialmente en el sector petrolero (publicó numerosos artĆculos con cientĆficos de Shell) y quĆmico... Ā”e incluso, en muchas ocasiones, por los servicios secretos britĆ”nicos! Una situación que le ha permitido gozar de una gran libertad y desarrollar su actividad cientĆfica independientemente de las instituciones acadĆ©micas tradicionales, en particular sin estar nunca oficialmente adscrito a una universidad o centro de investigación, lo que tampoco favorece la integración en la comunidad cientĆfica.
Pero hay mĆ”s. Precisamente porque su teorĆa plantea la cuestión de los efectos de la contaminación en Gaia, y estĆ” dirigida a los que se preocupan por este problema, Lovelock siempre ha sido hostil a las advertencias ambientales. Incluso ha apoyado el punto de vista de la industria en varias controversias, minimizando el peligro de la lluvia Ć”cida, el DDT, la toxicidad del plomo... "Ha hecho suyos los puntos de vista de los a menudo llamados 'escĆ©pticos' en muchas cuestiones, y ha alienado a muchos cientĆficos en su campo". resume SĆ©bastien Dutreuil.
El ganador del Premio Nobel Paul Crutzen, tambiĆ©n quĆmico atmosfĆ©rico, famoso por haber inventado el concepto del antropoceno, criticó pĆŗblicamente a Lovelock en varias ocasiones y fue, segĆŗn varias fuentes, un oponente personal. Y aunque Lovelock hizo un cambio rotundo a principios de la dĆ©cada de 2000, al considerar que "Gaia sufrĆa una fiebre enfermiza", hasta entonces habĆa minimizado bastante el impacto de las actividades humanas, considerando que Gaia era bĆ”sicamente mucho mĆ”s fuerte que la especie humana.
Hasta hoy, ademĆ”s, Lovelock no ha dejado de cultivar la simpatĆa por las corrientes polĆticas particularmente conservadoras y climĆ”ticamente escĆ©pticas, concediendo una entrevista al sitio web de noticias norteamericano Breitbart a finales de 2016, para gran disgusto de los cĆrculos acadĆ©micos muy hostiles a este movimiento.
Al final, si debemos al pensamiento de Lovelock una de las hipótesis cientĆficas mĆ”s fructĆferas del siglo pasado, tambiĆ©n debemos a su personalidad una buena parte de las dificultades que su hipótesis encontró para imponerse!



