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Foto del escritorHomo consciens

D.T. Suzuki "Artistas de la vida"

Fuente: Extracto del libro "Budismo Zen y Psicoanálisis" - DT Suzuki y Erich Fromm


No puede esperarse que todos seamos científicos, pero estamos constituidos de tal manera por la naturaleza que todos podemos ser artistas –no, por supuesto, artistas especializados como los pintores, escultores, músicos, poetas, etc., sino artistas de la vida. Esta profesión, artista de la vida, puede sonar a algo nuevo y muy raro, pero en realidad todos nacemos artistas de la vida y, sin saberlo, la mayoría de nosotros no logramos serlo y el resultado es que hacemos un desastre de nuestras vidas preguntando: ¿Cuál es el sentido de la vida?, ¿No estamos frente a la nada absoluta? ¿A dónde vamos después de vivir setenta y ocho o noventa años? Nadie lo sabe, etc. Se me dice que la mayoría de los hombres y mujeres modernos están neuróticos por esta causa. Pero el hombre dedicado al zen puede decirles que todos han olvidado que nacieron artistas, artistas creadores de vida y que, tan pronto como comprenden este hecho y esta verdad, se curarían de la neurosis o psicosis o como quiera que le llamen a su trastorno.

 

¿Qué significa, pues, ser un artista de la vida?

Los artistas de cualquier tipo, hasta donde sabemos, tienen que usar uno u otro instrumento para expresarse, para mostrar su capacidad creadora en una u otra forma. El escultor tiene que tener piedra, madera o yeso y un cincel o algún otro instrumento para imprimir sus ideas sobre el material. Pero un artista de la vida no necesita salirse de sí mismo. Todo el material, todos los implementos, toda la capacidad técnica que se requieren ordinariamente están dentro de él desde que nace, quizá aun antes de que sus padres le dieran la vida. Esto es extraño, extraordinario, exclamarán quizás ustedes. Pero si piensan por un tiempo en ello comprenderán, sin duda, lo que quiero decir. Si no, seré más explícito y les diré: el cuerpo, el cuerpo físico que todos tenemos, es el material, que corresponde a la tela del pintor, la madera, la piedra o el yeso del escultor, el violín o la flauta del músico, las cuerdas vocales del cantante. Y todo lo que se relaciona con el cuerpo, como las manos, los pies, el tronco del cuerpo, la cabeza, las vísceras, los nervios, las células, los pensamientos, los sentimientos, los sentidos – de hecho, todo lo que constituye la personalidad- es a la vez el material y los instrumentos con que la persona moldea su genio creador en la conducta, la actitud y todas las formas de acción, en la vida misma en una palabra. Para esa persona así, su vida refleja cada una de las imágenes que crea a partir de su fuente inextinguible del inconsciente. Para esa persona, cada uno de sus actos expresa originalidad, capacidad creadora, su personalidad viva. No hay en ello convencionalismo, conformidad, ni motivación inhibitoria. Se mueve como le place. Su conducta es como el viento que sopla donde quiere. No tiene un yo encasillado en su existencia fragmentaria, limitada, restringida, egocéntrica. Ha salido de su prisión. Uno de los grandes maestros zen en la época T´ang, dice: “Con un hombre que es dueño de sí mismo dondequiera que se encuentre se comporta con fidelidad a sí mismo”. A este hombre es a quien yo llamo el verdadero artista de la vida. Su Yo ha tocado el inconsciente, la fuente de posibilidades infinitas. La suya es la “no-consciencia”.


(...) No sé si es correcto llamar a este tipo de inconsciente el Inconsciente Cósmico. La razón por la que me gusta llamarlo así es porque lo que generalmente llamamos el campo relativo de la conciencia se desvanece en lo desconocido y este desconocido, una vez reconocido, entra en la conciencia ordinaria y pone en orden todas las complejidades que nos han venido atormentando en mayor o menor grado. Lo desconocido, lo inconsciente, se relaciona así con nuestra conciencia y, en esa medida, desconocido y conciencia deben ser de la misma naturaleza y compartir una comunicación mutua. Podemos afirmar, así, que nuestra limitada conciencia, en tanto que conocemos su limitación, nos conduce a todo tipo de preocupaciones, miedo, inestabilidad. Pero tan pronto como se descubre que nuestra conciencia surge de algo que, aunque no conocido de la manera que lo son las cosas relativas, está íntimamente relacionado con nosotros, se alivia todo tipo de tensión y quedamos en paz con nosotros mismos y con el mundo en general. ¿No podemos llamar a este desconocido el Inconsciente Cósmico o la fuente de infinita capacidad creadora por la que no sólo los artistas de todo tipo nutren sus inspiraciones, sino aún nosotros, los seres ordinarios, podemos cada uno de acuerdo con sus dotes naturales, convertir la vida en algo de auténtico arte?


La verdad del zen, un poquito de esta verdad, es lo que convierte la propia vida sin alicientes, una vida de lugares comunes monótonos, incapaces de inspirar, en una vida de arte, plena de auténtica capacidad creadora interior.


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