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Seguridad alimentaria y cambio climático

Actualizado: 21 sept 2021



Fuente: Climaterra - Agosto 2020

Sabemos que una de las amenazas más serias que representa el cambio climático para la civilización humana está dada por la posibilidad de múltiples fallos que amenacen la posibilidad de alimentar a una población creciente.



Desde la revolución industrial hemos emitido a la atmósfera una cantidad de gases que tienen el poder de calentar nuestro planeta como nunca ha sucedido en la Tierra en 3 millones de años (en unos pocos años llegaremos a niveles de CO2 de 15 millones de años!). En el lapso de 100 años llevamos el clima de la Tierra a 15 millones de años atrás. Claro, hay un retardo en la reacción del sistema climático terrestre a estos gases invernadero que hemos largado, la temperatura tarda unas décadas en reaccionar. Pero tenemos que tener claro que la última vez que el CO2 estuvo a un nivel similar, las temperaturas fueron de 3° a 4°C más calientes y el nivel del mar fue 20 metros más alto.) No son las temperaturas en las que apareció la agricultura hace 12.000 años.


Fuente: NASA - niveles de CO2 en los últimos 800.000 años

¿En que situación estamos ahora? En la actualidad la temperatura del planeta está 1°C por encima de los niveles preindustriales, y subiendo por década a 0.39°C. Con lo cual en 2040 estaremos muy cerca de los 2°C.


En estamos dejando de lado el hecho central de que a 2°C hay "probabilidades de cola larga" es decir probabilidad baja pero de muy alto riesgo que se produzcan efectos cascada en diversos puntos del sistema global climático que desestabilicen el sistema terrestre: los puntos de inflexión en cascada. Más aquí



¿Que nos dicen los estudios sobre cómo afectará esta situación a la alimentación de la humanidad?


1 - Aumento de las pérdidas de cosechas por plagas en un clima más cálido: Por cada aumento de 1°C de temperatura se calculan pérdidas en cosechas por plagas de insectos que van de un 15 a un 25%.

Los insectos estarán en el centro de las pérdidas de cultivos en todo el mundo a medida que el clima se calienta, predice un estudio de EE.UU.. Los científicos estiman que las plagas se comerán entre un 10 y un 25% más de trigo, arroz y maíz en todo el mundo por cada grado de aumento en la temperatura del clima.

El calentamiento les da energía a los insectos y los incita a comer más. Sus poblaciones también pueden aumentar. Esto está destinado a ejercer presión sobre los principales cultivos de cereales del mundo, dice el coautor del estudio, Curtis Deutsch.


2 - Efectos simultáneos de más calor y más insectos sobre las plantas: otro problema que aparece es cómo se verán afectadas las posibilidades de defensa de las plantas ante dos efectos simultáneos: el calor y los insectos.

Durante milenios, los insectos y las plantas de las que se alimentan han estado involucrados en una batalla co-evolutiva: comer o no ser comido. Hasta hace poco, los dos lados antagónicos han mantenido una especie de estancamiento. Sin embargo, con el cambio climático, las temperaturas más cálidas podrían inclinar la balanza a favor de los insectos y significar un peligro para los cultivos y los agricultores que los cuidan.

Un equipo de investigación en el Instituto de Resistencia de Plantas de la Universidad Estatal de Michigan observó lo que sucedió en un clima más cálido cuando las orugas de gusano atacaron una planta de tomate. El tomate perdió. Vimos una sorprendente disyuntiva por parte de la planta durante la ola de calor: Se defendió contra las orugas, pero este esfuerzo le impidió enfrentar los efectos dañinos del calor. Esto causó que la planta se recalentara, lo que fortaleció a las orugas.

Pero aunque los científicos han identificado estos variados desafíos para la producción de alimentos, todavía no saben mucho acerca de cómo la combinación de calor e insectos afectará los sistemas de defensa incorporados de las plantas.


3 -El agua, sequías e inundaciones: Se prevé que el aumento de las temperaturas en el planeta y el aumento de la variabilidad de las precipitaciones reducirán el rendimiento de los cultivos en muchas regiones tropicales en desarrollo, donde la seguridad alimentaria ya es un problema. (OMS)


4- Aumentan los riesgos de múltiples fallos en el sistema alimentario con 1.5° y 2°C:

Según un estudio de la Universidad de Oxford, los riesgos de pérdida de cosechas simultáneas aumentan de forma desproporcionada entre 1,5 y 2 °C, por lo que superar el umbral de 1,5 °C representará una amenaza para la seguridad alimentaria mundial.


5 - Un cuarto del mundo podría convertirse en un DESIERTO con sólo 2ºC

Más de una cuarta parte de la superficie terrestre del mundo, donde viven más de 1.500 millones de habitantes, se volvería más árida y las sequías y los incendios forestales podrían ser generalizados. Dos tercios de las regiones afectadas podrían evitar una aridificación significativa si el calentamiento se limita a 1.5ºC (2.7°F), encontraron los investigadores.


6. Un tercio de la producción mundial de alimentos está en peligro por la crisis climática, a finales de siglo si las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando al ritmo actual, según sugiere una nueva investigación. Muchas de las zonas productoras de alimentos más importantes del mundo verán cómo aumentan las temperaturas y se alteran drásticamente los regímenes de lluvias si las temperaturas suben unos 3,7C, el aumento previsto si las emisiones se mantienen altas. Los investigadores de la Universidad de Aalto (Finlandia) han calculado que cerca del 95% de la producción actual de cultivos tiene lugar en zonas que ellos definen como "espacio climático seguro", o condiciones en las que la temperatura, las precipitaciones y la aridez se encuentran dentro de ciertos límites.


7. La productividad agrícola se ha reducido en un 21% desde 1961, en comparación con lo que ocurriría si el mundo no estuviera sometido al calentamiento inducido por el ser humano. La intensificación de la agricultura para aumentar la producción ha causado en sí misma un gran daño medioambiental, a través de la deforestación de las tierras de pastoreo, la pérdida de valiosa capa superficial del suelo, la contaminación por pesticidas y la liberación de grandes cantidades de gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global.


8 - Impacto en la agricultura y ganadería mundiales del cambio climático: Un trabajo publicado en Nature Climate Change en abril de 2021, se propuso cuantificar el impacto histórico del cambio climático en el conjunto de la agricultura y ganadería mundiales. y llega a la conclusión que el impacto climático de las emisiones de CO2 ha desacelerado la productividad agrícola y ganadera en todo el mundo. El daño equivale a la pérdida de todas las mejoras en productividad logradas durante los últimos 7 años.


9 - Polinización: la desaparición de los insectos polinizadores de los que depende uno de cada tres bocados que comemos

Muchas de las 250 especies de abejorros de todo el mundo, cuyos peludos abrigos y cuerpos redondos les permiten volar a bajas temperaturas, están en drástica disminución. Casi una de cada cuatro especies de abejorros europeos se enfrenta a la extinción; en América del Norte más de una cuarta parte está en declive. La semana pasada, un estudio informó de un declive a lo largo de un período de 115 años que es "consistente con una extinción masiva dentro de unas pocas décadas" en zonas donde las temperaturas son cada vez más altas. Es sólo el último de una larga lista de artículos científicos que catalogan la desaparición de las abejas.


¿Cuáles son las soluciones?


1- La primera es obviamente ir hacia una reducción de las emisiones. Necesitamos que el mundo se encamine hacia la meta de cero emisiones netas de CO2 lo antes posible, ya no nos queda demasiado tiempo: "para evitar resultados realmente malos, tenemos que estar en un camino realista hacia una economía global libre de carbono para el año 2030''. Y eso se traduce en algo así como "las emisiones tienen que reducirse a la mitad en una década", y eso se simplifica demasiado a "nos quedan 12 años".


Esto implica un cambio fenomenal de nuestros estilos de vida. Tendríamos que encaminarnos hacia un mundo post crecimiento, post consumo.


2 - Ir hacia una dieta basada en plantas, disminuyendo el consumo de carnes, según las recomendaciones del IPCC reduciría la presión sobre el uso de la tierra a ser desforestada y utilizada para sembradíos para el alimento de animales. La proteína animal tiene un impacto ambiental mucho más grande que la vegetal. Reducir el consumo de productos animales en un 50% evitando a los productores de mayor impacto llevaría a una reducción del 73% de las emisiones de GEI con respecto a una dieta basada en plantas, por ejemplo. Además, al reducir el consumo de productos discrecionales (aceites, alcohol, azúcar y estimulantes) en un 20%, evitando los productores de alto impacto, se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero de estos productos en un 43%.




Si el sector ganadero sigue funcionando como hasta ahora, este sector por sí solo representaría el 49% del presupuesto de emisiones de 1,5°C para 2030, (5) y obligará a otros sectores a que reduzcan las emisiones por encima de un nivel realista o planificado.


3 - Trabajar para hacer más resiliente nuestro sistema alimentario, siguiendo los lineamientos de un post anterior del especialista canadiense Darrin Qualman :


Para que las explotaciones agrícolas que producen nuestros alimentos puedan resistir los efectos del cambio climático, reducir las emisiones que alteran el clima de esas explotaciones y apoyar unos ingresos agrícolas adecuados, debemos aplicar rápidamente varias reformas de política:


a. Los gobiernos deben reorientar sus políticas agrícolas, alejándose de los sistemas agrícolas y alimentarios de máxima exportación, máxima producción, máximo insumo y máxima emisión, y orientándolos hacia la sostenibilidad y la capacidad de recuperación. La reducción de la excesiva dependencia de los agricultores de los fertilizantes, productos químicos y otros insumos que utilizan mucho petróleo puede reducir las emisiones y aumentar los ingresos netos.

b. El fertilizante de nitrógeno es la mayor fuente de emisiones agrícolas. El fertilizante de nitrógeno es único entre los procesos y materiales humanos en el sentido de que es una fuente importante de los tres principales gases de efecto invernadero: el dióxido de carbono (en la producción), el óxido nitroso (en el uso) y el metano (de su materia prima de gas natural). Su uso viene creciendo a ritmos exponenciales. Los gobiernos deben contratar y capacitar a un gran número de agrónomos de extensión independientes para que ayuden a los agricultores a encontrar alternativas de producción sostenibles a los fertilizantes de alta emisión y otros insumos. Los gobiernos también deben crear granjas de demostración en las que se puedan perfeccionar y exhibir enfoques productivos, de apoyo a los ingresos y con bajas emisiones.


c. Necesitamos nuevos organismos para dirigir la mitigación y la adaptación en las granjas, supervisar la restauración de los humedales y la plantación de árboles, gestionar a los agrónomos de extensión y los análisis independientes de los suelos, y operar granjas de demostración.


d. Debemos diversificar los enfoques de la producción de alimentos. Es probable que la agricultura en gran escala continúe en la mayor parte de las tierras agrícolas del Canadá, pero debemos aumentar la superficie cultivada con métodos orgánicos, holísticos, regenerativos y agroecológicos de bajos insumos. Además, las políticas gubernamentales deben apoyar y alentar a todos los agricultores a trasladar todas las granjas, grandes y pequeñas, hacia modelos de producción compatibles con el clima y con bajas emisiones.


e. La salud del suelo es clave. Los suelos ricos en materia orgánica y carbono son más fértiles, contienen más agua y son una parte fundamental de la adaptación al cambio climático y la capacidad de recuperación. La investigación y la educación financiadas por el gobierno, junto con los incentivos dentro de los programas de apoyo a la agricultura, pueden apoyar y acelerar las prácticas de construcción del suelo por parte de los agricultores.


f. Los sistemas ganaderos deben transformarse de manera que maximicen los beneficios (construcción del suelo, apoyo a los ecosistemas de pastizales y funcionamiento como partes integradas de granjas mixtas y biodiversas) y, al mismo tiempo, minimicen las emisiones.


g. Hay que solucionar el problema de los ingresos agrícolas. Los ingresos agrícolas netos obtenidos en los mercados (sin contar los pagos financiados por los contribuyentes) no están muy por encima de cero (16 dólares por acre, en promedio, en 2019). La deuda agrícola está en camino de alcanzar los 170.000 millones de dólares en esta década. La deuda masiva y los ingresos inadecuados hacen que los agricultores sean hipervulnerables a los impactos climáticos, como las inundaciones, las sequías y las tormentas violentas.


h. Es fundamental cambiar la estructura del sector agroalimentario para poder aumentar el número de agricultores que administran la tierra, crear carreras deseables en todo el sistema alimentario y revitalizar las comunidades rurales. Las políticas actuales han hecho que dos tercios de los jóvenes agricultores sean expulsados de la tierra en una generación. Invertir esas tendencias debe ser una de las principales prioridades de los gobiernos al renovar todos los aspectos de las políticas agrícolas. Necesitamos jóvenes agricultores, nuevos agricultores y más agricultores.


i. Los gobiernos deben liderar la ayuda a los agricultores para que reduzcan las emisiones de los edificios, la maquinaria y los combustibles. Los gobiernos deben acelerar la producción de energía renovable en las granjas; el desarrollo de camiones, tractores y otros equipos agrícolas con baterías de baja emisión; y la modernización de los edificios agrícolas para ahorrar energía.


j. Las políticas agrícolas deben reconstruirse sobre una nueva base de soberanía alimentaria: Sistemas alimentarios locales y regionales conformados democráticamente por las necesidades de los productores, los consumidores y las comunidades, y centrados en la sostenibilidad, la capacidad de recuperación, la justicia y el suministro fiable de alimentos ricos y saludables para todos.

Como todos los sistemas humanos, la agricultura debe ser reestructurada y transformada si queremos prosperar durante el siglo XXI.


Las lecciones de la pandemia son claras, y sabemos lo que debemos hacer para prepararnos para el cambio climático y evitar sus peores efectos. Es fundamental que actuemos ahora para construir sistemas alimentarios que sean lo suficientemente flexibles y fuertes para soportar crisis futuras.


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