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Depresión digital y masas solitarias



Por MATTIAS DESMET - 14 de junio de 2023

Nuestra sociedad evoluciona a un ritmo récord hacia un cosmos digital, una sociedad en la que la vida es en gran medida digital. En la sociedad digital del futuro -en algunos aspectos, del futuro próximo- la gente trabaja, sale de fiesta, juega y hace el amor en línea, e incluso come alimentos impresos digitalmente.


Los últimos avances en el campo de la Inteligencia Artificial (IA) nos preparan poco a poco para ir aún más lejos. No sólo estamos sustituyendo las interacciones humanas por interacciones digitales, sino que estamos sustituyendo a la propia humanidad. El médico, el profesor, el entrenador, el psicólogo, etc., pueden ser sustituidos por un ordenador.


¿Hay alguna diferencia entre una conversación real y una digital? ¿Hay diferencia entre una conversación con un ser humano y una conversación con un sofisticado ordenador? Llevo quince años investigando las conversaciones (reales) entre terapeutas y pacientes. Me ha demostrado lo sutiles y sublimes que son las conversaciones reales. Por poner sólo un ejemplo: si una persona deja de hablar, la otra suele tomar el relevo en menos de 0,2 segundos, incluso si la primera deja de hablar en mitad de una frase. A modo de comparación: en el tráfico, el tiempo de reacción es de aproximadamente un segundo (es decir, cinco veces más).


En las conversaciones reales, los cuerpos de las personas resuenan constantemente entre sí. Los músculos faciales y corporales del oyente se contraen del mismo modo que los del orador, y se activan las mismas zonas del cerebro. Cuando las personas hablan entre sí, forman un supraorganismo a nivel psíquico y sutil-físico. Están conectadas por una membrana psíquica que transmite imperceptiblemente las emociones más sutiles de una persona a otra. De este modo se produce una especie de empatía espontánea en el interlocutor (a menos que la estructura del ego esté extremadamente desarrollada, como en la psicopatía).


Toda conversación (real) satisface así la primera y más importante necesidad primaria del hombre: la resonancia con el Otro. En una conversación digital, esta resonancia se ve comprometida, debido a las limitaciones de la tecnología: pequeños retardos en la transmisión de la señal, restricciones en la libertad de perspectiva, ver a la otra persona sólo parcialmente, etcétera. Precisamente por eso, la comunicación digital a largo plazo suele dejarnos una sensación de embotamiento y agotamiento. Nuestro cuerpo se agota en intentos infructuosos y constantes de conectar con el cuerpo de la otra persona, un fenómeno que algunos denominan depresión digital. Queda por ver si la sustitución de un psicólogo real por una versión de IA proporcionará una terapia eficaz para ese tipo de depresión digital.



La paulatina sustitución de las situaciones sociales reales por otras artificiales en los últimos siglos y decenios -mediante la industrialización y mecanización del trabajo, mediante la introducción de la radio, la televisión, el teléfono e Internet- se ha cobrado un insidioso tributo. Es responsable del fenómeno psicosocial más destructivo de la Ilustración: "atomiza" al ser humano, desconectándonos de nuestro entorno social y natural y sumiéndonos en la soledad.


Figura: En 2019 la OMS estimó una expectativa de vida de 73,4 años.

Suponiendo que se empieza a usar las redes sociales a los 10 años, la persona promedio gastará 3,4 millones de minutos usando las redes sociales en su vida. Esto es 6 años y 8 meses.

Y esto según las proyecciones de uso de redes sociales en 2023. Pero si usamos el tiempo total en internet, no en redes sociales el cálculo me dio 18 años y 6 meses.


La soledad alcanzó su punto álgido a principios del siglo XXI. Estudios inmediatamente anteriores a la pandemia hablan de hasta un 40% de la población mundial que se siente sola. La situación ha llegado a ser tan grave que, en 2018, la ex primera ministra británica Theresa May nombró a un Ministro de la Soledad. Mucho más recientemente, en Estados Unidos, el Cirujano General Vivek Murthy emitió un aviso sobre los peligros de la soledad combinado con una nueva "Estrategia Nacional para Avanzar en la Conexión Social." Pero no necesitamos recurrir a las estadísticas para sentir la gravedad del problema. Súbase al tren: ya apenas se intercambian palabras entre las personas. Nuestras mentes están atadas a una pequeña pantalla: la conexión digital ha sustituido al vínculo humano. Si saludas casualmente a un transeúnte -una forma antaño obvia de afirmar el vínculo humano sin otra intención- percibirás inmediatamente el problema y, posiblemente, una reacción desagradable a cambio (una pregunta tácita de: "¿Qué quiere de mí este idiota?").


La soledad y la atomización no son sólo un problema, sino que tienen enormes consecuencias sociales. Los sujetos aislados y atomizados tienden, especialmente bajo la influencia de los medios de comunicación y las narrativas de las redes sociales, a unirse de repente en un nuevo tipo de grupo: una masa. Este tipo de formación de grupo hace que las personas sean radicalmente incapaces de pensar de forma crítica sobre las historias que se les presentan, que estén dispuestas a sacrificar radicalmente todo lo que aprecian y que sean profundamente intolerantes con cualquier voz que se desvíe de aquello en lo que creen las masas.


Las masas de antaño (es decir, las cruzadas, la caza de brujas, etc.) eran masas físicas: las masas consistían en un grupo de personas que se reunían físicamente. Las masas actuales, en cambio, consisten en individuos que, cada uno en su soledad digital, son infundidos por los medios de comunicación de masas con representaciones e historias similares. Es esta masa solitaria la que, junto con sus líderes, forma la columna vertebral del síntoma último de nuestra sociedad racionalista: el Estado totalitario. La gran pregunta a la que tenemos que responder como cultura es, por tanto, la siguiente: ¿qué puede transformar a las masas solitarias en una sociedad en el verdadero sentido de la palabra: un grupo de personas conectadas de persona a persona; donde lo colectivo no destruya al individuo, sino que le garantice un espacio en el que pueda florecer como ser singular?


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